En el lienzo del alma, un verso quiero trazar,
con hilos de verdades que el corazón sabrá apreciar.
“Amar de verdad es saber
estar al lado de alguien sin esperar nada a cambio”,
un faro en la tormenta, un refugio, un remanso.
No es la jaula dorada, ni el ansia de tener,
“amar no es poseer, es
acompañar” en el ser.
En el jardín del afecto, donde la flor se abre en calma,
“amar no es tener razón, es
tener paciencia” en el alma.
Es escuchar el silencio, comprender la mirada,
porque “la
verdadera riqueza está en las personas que te quieren”, bien amada.
Son ellas el tesoro, el brillo que no cesa,
la fortuna más grande, la más pura belleza.
No busques la mitad que te haga sentir entero,
“no se trata de encontrar a
alguien que te complete, sino de encontrar a alguien que te respete siendo
completo”, y sincero.
Que admire tus colores, tu vuelo singular,
y si el cariño es genuino, lo sabrás notar.
Pues “quien
te quiere, te cuida con actos, no con excusas” vanas,
teje redes de apoyo, con manos soberanas.
El sentimiento puro no hiere, no lastima,
“el amor verdadero no duele,
cuida” y estima.
Es un bálsamo suave, una caricia al pasar,
un puerto seguro donde siempre anclar.
Y en el eco del tiempo, la vida te enseñará,
que “lo que
das, vuelve, de una forma u otra”, y te encontrará.
Siembra bondad en tu senda, con gesto noble y llano,
“trata a los demás como
quieres que te traten”, hermano.
Es la regla dorada, la ley universal,
que construye los puentes, y aleja todo mal.
Y en ese viaje interno, de autoconocimiento y fe,
recuerda que “el
amor propio también se entrena”, día a día, con tezón y porqué.
Porque al mirar adentro, con ojos de aprendiz,
verás que “aprender
a quererte fue el primer paso para dejar de perderte” y ser feliz.
Es la raíz profunda, el cimiento vital,
para amar sin medida, de forma magistral.
Que este canto resuene, con fuerza y emoción,
un poema de vida, tejido con el corazón.

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