Los
activistas de la salud han sostenido por mucho tiempo que el sistema que otorga
las patentes para fármacos le niega el acceso a medicamentos esenciales a los
pobres y desalienta a las farmacéuticas a colaborar para el desarrollo de
nuevos productos para las enfermedades que han sido desatendidas.
Muchas iniciativas anunciadas recientemente, algunas
enfocadas en la colaboración y otras en la sinceridad, pueden ayudar a remediar
esos problemas.
Recientemente
GlaxoSmithKline, gigante farmacéutica británica, anunció que abandonaría las
restricciones para permitir a las compañías de medicamentos genéricos que
copien sus fármacos para el tratamiento del VIH para ser vendidos en los países
pobres.
Novartis
además planea flexibilizar su posición de patentes para ayudar a los pobres.
La compañía suiza anunció recientemente una sociedad con el Institute for
OneWorld Health, una organización de investigación sin fines de lucro, con el
fin de desarrollar medicamentos para combatir la diarrea secretoria, una de las
principales causas de mortalidad en niños en países pobres. La compañía le
otorgará acceso al instituto a su investigación patentada en cuanto a fármacos
que combaten la fibrosis quística, una enfermedad desligada que puede todavía
compartir características genéticas con la diarrea.
Otro adelanto potencial fue anunciado por un grupo sin fines
de lucro en Australia, y la Universidad Tecnológica de Queensland de ese país
lanzaban la Iniciativa Global para la Innovación Abierta.
Este nuevo plan, respaldado con dinero de la Fundación
Gates, combinará software de código abierto y características sofisticadas de
búsqueda para hacer accesible a investigadores de todo el mundo el confuso
espacio impenetrable de las patentes de fármacos. Así que si la colaboración no
funciona, quizá una mayor sinceridad sí.
Millones de personas en los países en desarrollo no cuentan
con medicamentos para tratar sus enfermedades. Es por ello que Thomas Pogge, un
profesor de Filosofía y Relaciones Internacionales de la Universidad de Yale,
rechaza el sistema actual de políticas que rigen a las empresas farmacéuticas y
propone un plan de incentivos remunerados para los fabricantes de medicamentos
basado en el impacto del fármaco sobre la salud global.
El financiamiento de esta propuesta correría por parte de
los gobiernos, que pagarían a las compañías farmacéuticas para que produjeran
nuevos medicamentos a bajo coste en los países menos desarrollados.
Para Pogge, la causa de la desigualdad económica y de la
pobreza en el mundo es la globalización, ya que la formulación de políticas
está sujeta a la parcialidad de las naciones desarrolladas, a la influencia de
las multinacionales y los lobbies. Lo mismo ocurre con el negocio farmacéutico:
el precio y las patentes de los medicamentos en todo el mundo están
influenciadas por grupos importantes, como la Organización Mundial del Comercio
(OMC).
Mientras las farmacéuticas cuentan con la protección de la
OMC para lucrarse con sus patentes, esta institución no crea las políticas
necesarias para ajustar el precio elevado bajo los cuales se venden los
fármacos en las naciones pobres que no pueden producir drogas genéricas más
baratas.
El
sistema de patentes de los medicamentos constituye un factor negativo para los
países pobres, ya que, además de estimular disputas legales, acaba con los
recursos que podrían ser destinados al descubrimiento y estudio de nuevos
fármacos.
NOTA: SI QUISIERAMOS UN MUNDO MEJOR LOS MEDICAMENTOS DEBERIAN SER GRATUITOS
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