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MILAGRO DE AMOR


Querrán prohibirme que yo crea  en el milagro de tu amor.
Podrán callar mi voz con guerras, pero jamás mi corazón.
Podrán cerrarme tantas puertas, quitarme la respiración.
Pondrán en mi camino piedras, pero me salvara tu amor.

Y será tu amor el puerto mas seguro donde quiero anclar mi corazón
No me vencerán los vientos porque se que lo que salvará mi corazón, será tu amor

Querrán dejarme sin certezas poniendo en duda lo que soy
pero no habrá jamás quien pueda hacer que dude de este amor.
Podrán cambiarme las quimeras por realidades sin color
Mas no podrán robar la huella que fue dejando en mi tu amor.

     No hay pérdidas absolutas, no hay pérdidas totales: por aquello que perdí hay una nueva adquisición, una nueva presencia, un nuevo ejercicio de libertad, y esto a la vez nos hace descubrir que en la vida, si no hay pérdidas absolutas tampoco hay fracasos absolutos

Los fracasos o los éxitos tienen que ver con cómo nos paramos frente a la vida y aquello que tal vez en alguna etapa de la vida descubría como pérdida hoy tal vez no lo descubro como tal, y puedo contemplar que en la vida tal vez somos menos fracasados de lo que creemos.

    Es importante eso: descubrir que en la balanza de la vida están por un lado las pérdidas pero por el otro las nuevas adquisiciones.

    Con la misma piedra, uno puede tropezarse, otro hacer un proyectil, y otro una escultura. Si alguien puede ver esa relatividad de la pérdida o el fracaso, si puede ver y pasar por esa puerta estrecha, posiblemente podrá pasar a un paisaje enormemente más enriquecedor. Y podremos agradecer esta pérdida o este fracaso porque gracias a él puede descubrir y contemplar un universo totalmente pleno.


    “Si se asume positiva y maduramente un fracaso, éste deja de ser tal y comienza a no existir. El fracaso solo existe si uno quiere que exista, si uno se somete a él se condiciona psicológicamente de manera negativa a su influencia. A menudo, las pérdidas y los fracasos son aparentes: depende de cómo nosotros consideramos aquellos aprendizajes que más nos cuestan y nos duelen. Saber perder y fracasar puede resultar una gran sabiduría. Si somos buenos perdedores, entonces, dejamos de perder. Hemos comenzado a ganar. Perder y ganar, lograr o fracasar, ¿comparado con qué, o con quién? En repetidas ocasiones consideramos que hemos perdido o ganado, hemos logrado el éxito o gustamos la amargura del fracaso comparándonos con otros o con las realidades ajenas. No hay que comparar. Perder o ganar, lograr o fracasar, son relatividades. La medida está en cada uno y en la propia mirada.”

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