Son
tan numerosos y múltiples los senderos que nos conducen a Dios.
Miles
de credos y disciplinas espirituales han suscrito y exaltado los beneficios de
la oración.
Miles de millones de personas han orado en
todas las épocas, en todas las religiones, y en cada una de ellas de una manera
muy particular exclusiva, irrepetible y personal. Existen tantas formas de orar
como personas viven y han vivido en nuestro planeta.
La
variedad de formas que de orar varía también en cada país, religión o cultura.
Algunos oran en la silenciosa quietud de sus
aposentos, otros en la iglesia, y los más escépticos solo en situación de
indefensión y de apremiante peligro. Pero todos tenemos algo para decirle al
Creador.
Repetir
con fe una y otra vez frases positivas es el modo tradicional de comunicarnos
con Él.
Cada uno de nosotros elije de manera libre y
espontánea su modo de orar y meditar según su personalidad y fines
particulares.
Más
allá de las formas de orar, lo importante es la fe que se tiene, el mensaje de
gratitud al Creador y la capacidad de generar en nosotros un altísimo nivel de
confianza en Dios.
La
oración es comunión espiritual con Él y fé en su capacidad de sanar, reformar, y saber que todas las cosas son
posibles para Dios.
Lo que más necesitamos con la oración se
expresa en el deseo de sentir calma, humildad, amor, paz, armonía y el poder
hacer buenas obras. Es poder alejarnos del mundo material y de todo lo que nos
perturba.
Dios siempre escucha nuestras oraciones. La
oración del justo es poderosa y eficaz.
El
fervor es el más importante ingrediente de una oración eficaz. El que ora sin
fervor no ora en lo absoluto. El fervor es el alma de la oración. El fervor
hace que la oración ascienda al Cielo como un grato perfume.
La palabra es sonido, el sonido es vibración,
la vibración es energía, la energía es el fuego de la oración.
Mediante la oración logramos liberar la mente,
logramos sosiego, aumentamos nuestra energía, mejoramos nuestras relaciones con
los demás y exaltamos el amor a Dios y al prójimo.
No
nos podemos limitar a la repetición de los sonidos sagrados que también son un
vehículo para la oración, sino que debemos establecer una íntima comunicación
con Él y que se refleje en buenas acciones.
Más importante que la forma de orar es el
poder percibir que nuestras oraciones están dando resultados al lograr
certidumbre, poder personal, alegría de vivir, paz, armonía, amor ilimitado, y
una fe absoluta en nuestras posibilidades.
Orar nos da calidad de vida, nos distancia de
estados neuróticos, nos aleja del miedo y de perturbaciones y de emociones
nocivas. Mediante la oración encomendamos a Dios nuestros problemas y le
pedimos sabiduría para poder resolverlos.
La
oración fervorosa nos llena de energía divina y nos ubica existencialmente en
el Ahora… en el único tiempo real… en el tiempo que nos tiende la Vida…
Orar
es una amorosa energía
No hay un tipo de oración mejor a otra. La
oración no es un fin en sí mismo, sino un medio para restablecer nuestra
conexión con Dios y su sagrada energía (la del Amor).
La
oración es capaz de transmitir la energía divina, sin importar el credo
religioso o la filiación espiritual. Lo importante es el efecto que tenga la
oración en ti; lo importante es saber si la oración eleva tu nivel de
conciencia, si provee paz a tu pensar y si te llena de Amor.
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