La
enfermedad es un proceso de afección de un ser vivo, caracterizado por una
alteración de su estado de salud.
El estado o proceso de enfermedad puede ser
provocado por diversos factores, tanto intrínsecos como extrínsecos al
organismo enfermo.
La
salud y la enfermedad son parte integral de la vida, del proceso biológico y de
las interacciones medio ambientales y sociales. Generalmente, se entiende a la
enfermedad como una entidad opuesta a la salud, cuyo efecto negativo es
consecuencia de una alteración o desarmonización de un sistema a cualquier
nivel.
Por
definición, existe una sola enfermedad, pero la caracterización e
identificación de variados procesos y estados diferentes de la salud, ha
llevado a la discriminación de un universo de manifestaciones distintas
Espiritualmente la enfermedad es un
pensamiento sin Amor
La enfermedad es falta de paz, es un signo de
cómo nos juzgamos a nosotros mismos.
Nuestro cuerpo no es más que una pantalla en
blanco sobre la cual proyectamos nuestros pensamientos. La enfermedad es la
materialización de un pensamiento sin amor.
La
oportunidad de sanar -vale decir, de volver a Dios y al Amor- está siempre a la
vuelta de la esquina. En este instante, tú y yo tenemos la chance de sanar ese
añejo rencor, ese molesto achaque, esa dolencia crónica, esa mente adolorida y
encabritada.
Tomo mis decisiones basándome en los
principios de la Verdad y descanso tranquilo sabiendo que en mi vida sólo obra
la Recta Acción
Besos, abrazos, caricias, palabras afectuosas,
gestos sanadores y un tierno contacto terapéutico con nuestra familia en su
amorosa incondicionalidad afirman la fe, ayudan a encontrar la Verdad y la
Recta Acción.
La
enfermedad es también un pensamiento desprovisto de paz.
La
enfermedad es un conflicto en la mente (culpa) que se desplaza al cuerpo.
Cuando alguien parezca estar enfermo, no nos
pongamos de parte de la enfermedad. Cuando alguien está enfermo es porque no
sabe que posee en sí mismo la paz interna que requiere.
Aceptemos
que Dios está dentro de nosotros y aceptaremos la paz existente en Él.
La
enfermedad también es falta de paz: es una percepción
neurótica donde los pensamientos negativos de culpa, miedo e ira han sustituido
al Ser Superior en el altar de nuestra mente.
La enfermedad es un signo de cómo nos juzgamos
a nosotros mismos. Es un símbolo claro de nuestro alejamiento del Amor:
Sanar
es una señal de que hemos vuelto a Él. Volver al Amor es volver a Dios
Por
tanto, la salud consiste extender la realidad del amor en cada cosa que
hagamos, en cada palabra que pronunciemos, en cada sonrisa que obsequiemos, en
cada beso y abrazo que prodigamos, en cada pensamiento que cultivemos.
Cada segundo del día que no dediquemos a la
extensión del amor es una oportunidad que perdemos de sanarnos y sanar al
entorno que nos rodea. Desde esta perspectiva, no hay tarea insignificante, no
hay acción sin importancia, no hay pensamiento intrascendente.
La
oportunidad de sanar -vale decir, de volver a Dios y al Amor- está siempre a la
vuelta de la esquina: cuando tomamos una decisión importante; cuando atendemos a las personas que requieren de nuestros servicios;
cuando enviamos bendiciones a un amigo o amiga a través de un correo; cuando
preparamos la comida para la familia; cuando oramos en la silenciosa intimidad
de nuestros aposentos; cuando abrazamos a nuestros hijos o cuando ellos nos
abrazan a nosotros.
En
este instante, tenemos la oportunidad de sanar ese añejo rencor, ese molesto
achaque, esa dolencia crónica, esa mente adolorida y encabritada. Comunícate
con el Yo Superior que habita en tu seno y ábrele -de par en par- las remozadas
puertas de tu Alma.
Cuando oramos, hablamos con Dios.
y Él nos responde con milagros.
La interminable cadena de comunicaciones entre
Dios y el ser humano, es la canción más hermosa, el poema más dulce.
Es el arte supremo y más apasionado.
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