Que
cada vez haya más mujeres que ocupen cargos políticos, es sin duda una buena
noticia.
El
derecho de las mujeres -y de cualquier ser humano- a ocupar cualquier puesto,
en igualdad de condiciones, según su capacidad y según su talento, es
innegable.
Pero,
la presencia de las mujeres en la vida pública, en las instituciones, en el
Parlamento y en los gobiernos, debería tener consecuencias más allá de la plena
realización INDIVIDUAL de esas mujeres.
¿En qué se beneficia la sociedad en su
conjunto de la presencia de las mujeres en las instituciones? ¿QUÉ CAMBIA O PODRÍA CAMBIAR EN
LA FORMA DE EJERCER EL PODER, DE FUNCIONAR LAS ADMINISTRACIONES, desde que las
mujeres presiden?
Como consecuencia del acceso de las mujeres al mundo
laboral-productivo, y a las grandes instituciones administrativas, jurídicas,
legislativas y ejecutivas, sería de esperar, deberían NOTARSE, cambios en estos
sistemas, diseñados por hombres y para hombres cuando las mujeres nos
quedábamos en casa con los niños.
La
presencia de las mujeres en cargos políticos no convierte a las instituciones
en más EMPÁTICAS, SENSIBLES, a los problemas sociales, a la infancia, a la
maternidad, a la interculturalidad, a la ecología o simplemente a los derechos
humanos.
Hay
UN HECHO SOCIOLÓGICO DE BASE: LAS MUJERES DE CLASES ALTAS NUNCA HAN CUIDADO
DIRECTAMENTE DE SUS HIJOS. Durante siglos, los han dado a
criar y a cuidar a nodrizas, ayudantes, institutrices y criadas varias. No es descabellado que esa razón
baste para que las mujeres políticas, las mujeres de clases altas que ocupan
altos cargos, sigan sin considerar prioritario el cuidado directo de los niños,
y como consecuencia, sin comprender las
demandas de las mujeres trabajadoras.
La norteamericana Sarah Palin, la francesa
Rachida Dati, las españolas María Dolores Cospedal y Carme Chacón... todas se
han incorporado al trabajo a los pocos días de haber dado a luz (incluso quizás en contra de su
propio deseo, presionadas por un entorno que es eso lo que espera de
ellas, o por una noción del "deber" establecida). ¿Quién cuida de sus
hijos? ¿Sus parejas en un reparto igualitario de tareas? Uhmmm... ¿O delegan la crianza en otras
mujeres más pobres, que a su vez delegan en otras, y así... hasta dejar
las tareas de cuidado en manos de inmigrantes que a su vez dejan a sus hijos en
sus países de origen, prolongando indefinidamente la cadena del desamparo de un
lado a otro?
Y no cuestiono ni me interesa en lo más mínimo
lo que estas mujeres HAGAN CON SU VIDA PRIVADA, que es suya propia, sino el
ejemplo que desde sus cargos dan para el resto de la sociedad, y cómo en la
misma medida en que ellas gestionen sus propias vidas, adquieren capacidad real
y moral para GESTIONAR LAS DE LOS DEMÁS.
¿Estamos
eligiendo a dirigentes, hombres y mujeres, con sensibilidad, conciencia y
capacidad real para gestionar el gasto público en las mejores políticas para
todos?
El
modelo feminista predominante en las instituciones y en la mayoría de las
mujeres con dimensión pública: cesáreas programadas, cuerpo perfecto a los tres
días, no lactancia, reincorporación inmediata al trabajo, sin huellas de la maternidad
en su cuerpo ni en su trabajo ni en su vida social...
supone un feminismo masculinizante (reducimos al mínimo los efectos de la
maternidad, como si no existiera, como si fuera un cuerpo masculino el que se
hubiera reproducido), y denota además una falta de sensibilidad hacia las
necesidades de los bebés, empezando por los suyos propios, cuya necesidad
fundamental, como ha demostrado la NEUROBIOLOGÍA Y LA ECOLOGÍA DEL NACIMIENTO
en las últimas décadas, es de CUERPO Y LECHE MATERNOS, de gestación, de contacto,
de continuum con el cuerpo que lo ha gestado...
Ese
modelo de MATERNIDAD SIN HUELLAS, SIN TIEMPO, SIN CUERPO MATERNANTE, aliena a
las mujeres obligándonos a pasar por alto y de puntillas sobre uno de los
momentos, si no el más importante de nuestras vidas; es
funcional al patriarcado y al sistema capitalista-consumista que todo lo
convierte en contrato mercantil; ES ADULTOCÉNTRICO, al dejar fuera las
necesidades de los bebés recién nacidos;
y además, SUBROGA LAS LABORES DE CRIANZA desde las mujeres ricas hacia
las pobres, con lo cual desplaza el problema, pero no lo soluciona.
Y como consecuencia, tampoco se legisla ni se
toman medidas a favor de los BEBÉS, y por tanto, a favor de la SALUD PRIMAL de
las futuras generaciones.
El
hecho de que nos gobernaran mujeres que vivieran sus embarazos, partos y
puerperios de un modo intenso, nos haría quizás a todos más sensibles a las
necesidades reales del ciclo reproductivo humano, sensibilidad que se plasmaría
en un desarrollo legislativo favorable a las demandas sociales de bajas
maternales y/o paternales (optativas) más largas; que se
conociera y generalizara en todas las instituciones los preceptos de la
Declaración de Innocenti; que todos los hospitales y centros médicos cumplieran
la Estrategia de Atención al Parto Normal del Ministerio de Sanidad ; que se
SINTIERAN urgentes casos que se mejoraran los servicios de protección de
menores y los servicios sociales en general; que se prestigiaran las labores de
cuidado de nuestros niños y ancianos; que se legislara a favor de las familias
que quieran ocuparse ellos mismos de sus hijos en lugar de llevarlos a
guarderías desde el mismo momento del nacimiento como dijo hace poco el
Ministro de Trabajo... etc.
Mujeres conectadas con la vida a través de la oxitocina
y la prolactina, podrían quizás hacer avanzar las políticas sociales de
verdadera protección a las familias y a la infancia, que es el futuro de toda
la sociedad en su conjunto.
El
milagro de la vida, de la gestación, del parto, de la lactancia, de la
crianza... ha sido siempre un conocimiento guardado por las (algunas) mujeres y
transmitido de generación en generación. Ahora además es
un CONOCIMIENTO CIENTÍFICO, pero ya sabemos que a la ciencia sólo le hacemos
caso cuando nos conviene. Si ese conocimiento se pierde ¿qué será de la
humanidad? ¿Si las mujeres que dirigen "la tribu" dejan de conocer en
qué consiste la reproducción y el milagro de la vida, del amor primario... qué puede esperar la especie
humana?
Que nos gobiernen mujeres, sí,
pero mujeres sabias y sensibles. Y hombres sabios y sensibles.
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