Cuando
en el neolítico (hace sólo unos 7000 años), los hombres que vivían a las
orillas de grandes ríos aprendieron a cultivar, descubrieron que podían vivir
sedentariamente y producir más alimentos de los que necesitaban. Surgió así,
para decirlo en términos marxistas, el "sobrante o excedente" y con
él, el comercio y la especialización. Lo que a unos les sobraba se vendía o
intercambiaba con lo que le sobraba a otros. Como necesidad del comercio surgió
también la escritura, en aquellas tablillas de arcilla de la antigua
Mesopotamia.
A la vez, algunos hombres aprovecharon su
fuerza (y la carencia de otros) para poner a trabajar a otros hombres para
ellos, de manera que pudieran obtener aún más beneficios a costa del trabajo de
otros. Así, por primera vez en la vida natural, unos seres vivos comenzaron a
invertir energías (en este caso "trabajo") no para su propia
supervivencia ni la de su familia, sino para otros diferentes. Surgen así las llamadas
"sociedades de clases". Primero bajo la forma esclavista, luego feudal
y finalmente capitalista.
Pero
estas sociedades de DOMINACIÓN de unos
hombres sobre otros no hubieran sido posibles si a la vez la forma de criar y
educar a los niños no los hubiera preparado -desde el mismo momento del
nacimiento- para eso: para ser amos o esclavos.
Por
eso a las sociedades de dominación, a las sociedades de clases, también se las
ha llamado PATRIARCADO. Estrictamente hablando,
patriarcado significa "gobierno de los padres". El patriarcado se ha
asociado comúnmente al dominio de los hombres sobre las mujeres, pero en su
origen semítico, los patriarcas eran aquellos "padres" de los que
"descendían" todas las tribus y grupos humanos (tomando la línea
masculina y obviando la femenina).
El
dominio del hombre sobre la mujer es pues inseparable del dominio de los padres
sobre sus hijos, y del dominio general de unos seres humanos sobre otros. Todas
las formas de poder son en el fondo lo mismo. Sólo dominando el hombre sobre la
mujer, secuestrando su sexualidad y el poder sobre el fruto de su vientre,
podía perpetuarse la dominación de una generación a otra, y de unas castas
sobre otras.
Nuestra
civilización, la civilización occidental judeo-cristiana, se ha erigido sobre
esos pilares: la sociedad de la dominación, la sociedad de clases, la sociedad
patriarcal, la sociedad adultocéntrica, la religión monoteísta, nacieron en el
mismo punto: reprimiendo a las criaturas desde su nacimiento, reprimiendo
nuestra vitalidad, nuestra sexualidad y nuestra personalidad, para que nos adaptemos
a la estructura social dominante-dominado.
Los
primeros en explicar claramente los mecanismos de dominación "del hombre
sobre el hombre" fueron Marx y Engels. Sobre su obra
se erige la división izquierda/derecha y comunista/capitalista que se impuso en
el mundo en el siglo XX. Pero el modelo del comunismo utópico marxista en la
práctica se convirtió en una nueva pesadilla totalitaria, mucho más retrógrada
que las sociedades democráticas capitalistas que salieron fortalecidas tras la
Segunda Guerra Mundial.
La división izquierda/derecha,
comunismo/capitalismo, socialismo/liberalismo, desarrollo/ subdesarrollo,
primermundo/tercermundo, colonialismo/neocolonialismo, machismo/feminismo... se
ha revelado en fin, reproductora del mismo sistema de dominación básico, el
mismo que surgió allí entre el Tigris y el Éufrates hace 7000 años, y en otros
puntos del planeta más o menos simultáneamente.
Es
curioso como en la sociedades actuales, las supuestas "sociedades del
bienestar", los seres humanos hemos
dejado de tener conciencia sobre el funcionamiento de la dominación. (O quizás
nunca la hemos tenido, “la dominación debe ser inconsciente para poder
funcionar”).
La "clase media" de la sociedad del
bienestar ingenuamente se cree liberada (en realidad se cree "rica",
lo de la libertad no es importante). Las mujeres nos creemos "liberadas" al acceder al mercado
laboral. Hemos cambiado la noción de lucha de clases, por las cuotas de sexos,
pero el problema sigue siendo el mismo.
Curiosamente, se quiere hacer ver que la
libertad radica en tener acceso a un puesto de trabajo remunerado, con salarios
cada vez más altos y bienes de consumo cada vez más extravagantes, que no nos
quitan el miedo ni nos devuelven la felicidad. Justamente es ahí donde se produce la dominación.
¿Cómo podemos no darnos cuenta de que el trabajo asalariado de hoy es la nueva
forma -aparentemente "rica" y tecnologizada- que asume el trabajo de
los siervos de la gleba feudales, o de los esclavos romanos?
¿Cómo podemos no darnos cuenta de que acceder
al mercado laboral, o acceder incluso a puestos de mando, de poder, no nos
"libera", y que además, desplaza la dominación del norte al sur, de
los ricos a los pobres, de unos sujetos a otros? Los dominadores tampoco son
libres, pues necesitan patológicamente a los dominados para ser.
Y nos creemos que es un tema
"político", o "económico", que no tiene solución, o que
debe tratarse en los parlamentos, en los gobiernos, en la ONU, en el Club
Bilderberg o en los despachos de las grandes multinacionales.
Porque es allí, sí, en la macroeconomía y en
la macropolítica donde se hace visible la dominación.
¿pero
dónde se re-produce?
La
sociedad patológica, la sociedad esquizofrénica, la sociedad de neurosis
colectiva donde sólo podemos ganar o perder, ser dominantes o dominados, se
re-produce con y en cada niño que nace.
La dominación comienza, se produce y se
re-produce no allí afuera, en el lugar de la política y la "lucha de
clases", sino en el seno de cada familia, en cada habitación, en la vida
íntima y privada donde se REPRIME al ser humano cuando más vulnerable es y se
le "entrena" para la dominación social. Los primeros
"dominadores" somos los padres.
El
malestar social e individual, se reproduce en cada niño que nace de una madre
patriarcal robotizada, ausente, frígida, víctima, dominante, maltratada o
deprimida.
En cada niño que es separado de su madre nada
más nacer, y se le deja llorar solo, sufriendo en el nido, su "primera
experiencia de sumisión". En cada niño que se "domestica" para
que aprenda a dormir solo, para que no exprese sus deseos, para que no reclame
sus derechos ni exprese sus necesidades emocionales. En cada niño que
"ya-está-limpio-y-comido-¿qué-más-quiere-ahora?". En cada niño que es mandado a callar, que es
castigado o abofeteado "por su propio bien". En cada niño que en su casa aprende a
"obedecer" sin rechistar, a satisfacer las necesidades de los
adultos, a "ser bueno, tranquilo y OBEDIENTE". En cada niño
que es dejado todo el día en manos de otras personas que lo tratarán, en el
mejor de los casos, "como uno más". En cada niño que se escolariza
muy tempranamente, y aprende a diluirse en la masa desde bien pronto, y a
"seguir unas normas y unas rutinas" que no tienen nada que ver con
sus deseos, sus necesidades, su ritmo y su personalidad.
Es
por eso, que la mujer dominada se convierte en la bisagra que garantiza la
re-producción (de la dominación). Es preciso acallarnos, desconectarnos de
nuestro fuero interno desde niñas, para que llegado el momento de la maternidad
no sintamos el deseo y la necesidad de amamantar, consolar, cargar, acompañar y
permanecer junto al bebé, o si lo sentimos, no podamos manifestarlo ni
defenderlo.
Es preciso desbaratar nuestra autoestima,
nuestro poder y nuestra intuición; para que paramos atemorizadas y con dolor
(el dolor del parto no es natural: está relacionado con el dominio del macho),
para que nos separemos más o menos a gusto de nuestro bebé; para que los
criemos según las reglas de la dominación: sin cuerpo, sin nuestra propia
leche, sin placer, sin brazos, sin compañía; para que seamos madres
infantilizadas y depredadoras en lugar de madres nutritivas, cómplices activas
de la dominación.
Para ello, para que no sintamos, para que
deseemos incluso activamente separarnos de nuestros bebés, para que sintamos
que el bebé es el "enemigo" y que nos arranca nuestra
individualidad, es necesario haber sido
víctimas en nuestra propia infancia, provenir a la vez de una cadena de
desamparo que se pierde en la prehistoria.
Para ello, es preciso que las mujeres
construyamos nuestra autoestima en algún lugar fuera de nosotras mismas: en el
maquillaje, el vestido, el peso corporal, la belleza física (impuesta según
unos cánones determinados) o incluso en el talento académico o el éxito
laboral: da igual, mientras sigamos siendo RE-PRODUCTORAS de la
dominación, mientras sigamos criando
seres robotizados, acorazados, domesticados, listos para ser dominados o
dominadores.
Es por eso que se ha querido calumniar y
confundir el amor y el cuerpo maternal con la "malcriadez", con la
"debilidad", con la "sobreprotección" o incluso con el
"afeminamiento" (despectivo).
Es por eso que se sigue ocultando todo aquello
que de verdad empodera a las mujeres, que nos hace libres, potentes y amantes,
que nos tiene a bien con nuestra condición femenina, con nuestra fertilidad y
con nuestro propio cuerpo. Es por eso que no se reconoce que la maternidad es
sexualidad. Es por eso que se sigue negando a la naturaleza y acusando de
"determinismo" a la defensa y recuperación de la fisiología de la
mujer, y su relación con la libertad de todos los seres humanos.
Es por eso que la inmensa obra de Wilhelm
Reich ha sido ocultada y censurada y no llega a los ámbitos académicos. Es por
eso que seguimos negando el cuerpo, la sexualidad y el placer, a pesar de una
aparente "liberación sexual" en realidad una performance pornográfica
aislada de las emociones y necesidades psicosomáticas profundas del ser humano.
Es por eso que se le sigue restando
importancia a la "etapa primal", que se le quita importancia al
parto, a la lactancia, a los primeros meses y años de vida de los niños: porque
es ahí precisamente DONDE SE INICIA Y SE CONSTRUYE LA DOMINACIÓN. Donde se
prepara nuestro permeable e inmaduro cerebro, nuestra red neuronal, nuestro
sistema emocional, para el miedo y para la guerra.
Es por eso que se ve o se quiere ver un
dominio del macho sobre la hembra que no es más que un dominio del ser humano
sobre sí mismo: cada niño varón que nace también será víctima, y por tanto se
preparará para la guerra del más fuerte, para ser víctima o verdugo, para ser
dominador o dominado, o las dos cosas a la vez (No hay más que ver como la
gente más sádica con sus subordinados es también la más sumisa con sus
superiores). Y cada niña
hembra que nace sufrirá lo mismo, y se preparará para ser la re-productora de
la dominación, para criar a nuestros hijos como mismo nos criaron a nosotras.
No es una cuestión de machismo: todos somos víctimas en la sociedad de la
dominación.
Incluye también a los dominadores y los
abusadores: nadie se convierte en dominador o en abusador, si primeramente no
es dominado o abusado. Es desde su privación primaria que sentirá la necesidad
de dominar o de abusar sobre otros.
Es
por eso: porque la verdadera "liberación" de la mujer sería o podría
ser la liberación de la especie humana. Porque es desde el
deseo maternal, desde el poderío de la mujer que no se deja arrebatar sus
derechos en el parto y en la lactancia, desde la mujer conectada con su
criatura que late con ella al unisono, que le provee de calor, cariño, calostro,
protección, defensa... desde
la satisfacción de las necesidades emocionales de los niños pequeños, desde la
conexión con nuestras vísceras y con la naturaleza, desde donde se empieza a criar seres libres
(y viceversa).
Porque sólo desde el macho protector del
nacimiento, de la madre y de la cría -y no desde el macho depredador- y con la
protección de toda la estructura social,
es que pueden nacer, criarse y educarse seres humanos plenos, rompiendo
el circuito de la dominación, que es el circuito de la enfermedad, individual y
social.
Ese sea quizás el único modo de sanar la
civilización, de superar el pensamiento binario patriarcal, de abandonar el
enfoque adultocéntrico, de tomar el problema desde la raíz y construir una
sociedad sana, desde el amor y desde la libertad.
La pregunta que surge: ¿Es posible una civilización no represiva?
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