Culturalmente
se considera una lactancia prolongada la que excede los 6 primeros meses de
vida del recién nacido. Pero recientemente La Organización
Mundial de la Salud (OMS), UNICEF y la Academia Americana de Pediatría
recomiendan amamantar al menos dos años a los hijos.
A pesar de estas declaraciones de expertos,
aún se suelen escuchar comentarios de desaprobación hacia esta práctica. Los
hábitos sociales y los parámetros culturales que inducen al destete conducen a
la falsa creencia, históricamente extendida, de que la leche materna es buena
sólo hasta el sexto mes de vida del bebé. Por ello muchas mujeres ocultan que amamantan a niños
mayores para evitar la desaprobación social.
Entre las razones más comunes que inducen a
aconsejar erróneamente el destete están: la aparición de los dientes, el
nacimiento de un hermano, la adquisición del lenguaje, el comienzo de la
motilidad independiente del niño, el comienzo de la escolaridad o la
reincorporación de la madre a la actividad laboral.
En función de las recomendaciones de su
pediatra, cada madre tomará su decisión acerca del destete de su hijo; pero se
deberían tener en cuenta, antes de tomar una determinación, estos 5 motivos
para prolongar la lactancia:
1- Conocer a los hijos es conocerse a sí
misma.
El
amamantamiento juega un papel muy importante en los primeros períodos de la
vida del bebé y, por extensión, en la vida de la madre. A medida que avanza el
conocimiento mutuo, el niño se desenvuelve en el mundo a través de la madre, y
ésta aprende a ver la vida de una forma distinta a través de su hijo. Por este motivo los lazos que unen al recién nacido con la progenitora
se ejemplifican, sobretodo, en el amamantamiento. El bebé se convierte en el
arquitecto que construye los lazos que se convertirán en elementos muy
importantes en su propio desarrollo.
2- La lactancia facilita el apego.
Teniendo en cuenta que con el amamantamiento
hay una base fisiológica para las circunstancias psicológicas de la infancia,
es obvio que el apego entre madre e hijo se prolongue en la medida en que se
prolonga el período de lactancia. Además, estudios biológicos y psicológicos
muestran que, los bebés amamantados no utilizan lenguaje expresivo o señales
tan pronto como los bebés alimentados con biberón, pero sus habilidades de
comprensión están a menudo mucho más avanzadas.
3- Al crecer tendrán menos ansiedad y más
dominio de sí mismos.
El
apego antes mencionado se convierte en desarrollo divergente en niños
largamente amamantados y criados con biberón. Los primeros
desarrollan con mayor prontitud la definición de su propio “yo”; mientras los
segundos, crean una pseudo-independencia que les conduce al falso “yo”, lo que
promueve unos caracteres mucho menos apegados a la vida familiar y desconfiados
hacia el resto del mundo que les rodea.
4- Amamantar es interactuar con el bebé.
A
medida que el bebé crece, la percepción del pecho materno para éste evoluciona. Así, mientras en los primeros meses la única finalidad es saciar su
hambre, con el paso del tiempo se convierte en un lugar de apoyo y consuelo
para el niño. Por ello los pediatras suelen compartir la opinión de que es más
difícil el destete después del octavo mes que con anterioridad. La explicación a este hecho se
corresponde con lo antes mencionado: con el tiempo dar al pecho a un hijo se
convierte en algo más que alimentarlo, el amamantamiento prolongado contribuye
a la búsqueda de la seguridad interior del niño.
5-
El destete gradual y lento es el ideal.
De este modo el proceso no se convierte en un
“punto y final” sino que a medida que cambian las necesidades del niño y de la
madre se va produciendo. Esta es la razón por la que la Liga de la Leche ha
adoptado el concepto de permitir al bebé poner la pauta para el destete, que es
un conocimiento intuitivo del hecho de que esta experiencia tiene que crecer y
cambiar, y no terminar tajantemente. Su evolución implica un proceso de mutuo
crecimiento, de pertenencia, de creación, de concesiones, de dejar ir y de
innumerables cambios antes que la transición final del destete ocurra.
"Durante todo el tiempo que estuve
amamantando a mis niñas hasta más allá de los 4 años siempre deseé poder
compartirlo con alguien y que más madres estuvieran dispuestas a admitir que
ellas también tuvieron una lactancia materna prolongada. Cuando eran mayores,
mis niñas solo mamaban para dormir la siesta y para dormir por la noche, lo que
quiere decir que tomaban el pecho una o dos veces al día. Por supuesto, ya se
han destetado, pero no tengo ningún remordimiento y, si tengo más hijos, estoy
convencida de que les daré el pecho tanto tiempo como pueda".
Liesl, una mamá que amamantó en tándem a su
hijo de 4 años y medio y a su bebé, dijo: "A veces es demasiado dar el
pecho a dos, pero por otro lado, cuando mama es una de las pocas ocasiones en
las que el mayor está tranquilo durante un rato. Después de tomar el pecho, se
sienta a mi lado y charlamos, y entonces es cuando descubro lo que realmente
pasa por su mente. Y también pienso que así le es más fácil pasar a ser el
hermano mayor. Amamantar a un niño de 4 años es muy diferente a amamantar a un
bebé, y seguramente no coincida con todo el mundo, pero en global me alegro de
haber llegado hasta ahí".
"A los que piensan que es 'malo' dar el
pecho a un niño en edad preescolar es importante decirles que, en muchas otras
partes del mundo, eso es bastante normal".
"Hace unos años, mi antiguo jefe me contó
una historia muy interesante. Él tenía unos 60 años por entonces, y se había
críado en el campo. Cuando iba a la escuela, a la hora de comer, los niños
"pequeños" de 6 ó 7 años se iban a casa a tomar el pecho. En aquellos
tiempos no había mucha comida y las madres también lo usaban como un método
anticonceptivo".
Hay
un buen número de madres e hijos que han disfrutado de una lactancia materna
prolongada, habrá, indudablemente, quien siga pensando que esto es raro, de mal
gusto, perjudicial o completamente erróneo.
:
"Los pediatras y los padres deben saber
que la lactancia materna exclusiva es suficiente para proporcionar un
crecimiento y desarrollo óptimos durante aproximadamente los 6 primeros meses
de vida y que proporciona una protección continua frente a diarreas e
infecciones del tracto respiratorio. La lactancia materna debería prolongarse hasta, al menos, el año de
vida y, después, hasta que la madre y el hijo deseen."
"No hay un límite máximo para la duración
de la lactancia materna y no existen evidencias de daño psicológico o del
desarrollo debido a amamantar en el tercer año de vida o más allá".
"la
lactancia materna más allá del primer cumpleaños ofrece beneficios
considerables tanto para la madre como para el niño, y debería continuar tanto
tiempo como ambos deseen".
"si
se desteta a un niño antes de los dos años, aumenta el riesgo de
enfermedad".
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