La felicidad, a menudo malinterpretada como un estado pasajero de euforia o placer, es en realidad una emoción profunda y compleja que va más allá de las experiencias momentáneas. Es un estado de bienestar integral que involucra la satisfacción con la vida en general, la realización personal y el sentido de propósito.
El placer y la alegría, si bien son componentes importantes de la felicidad, no son suficientes para definirla por completo. Son emociones fugaces que surgen de experiencias específicas, mientras que la felicidad es un estado más duradero que impregna todos los aspectos de la vida.
Para alcanzar la verdadera felicidad, es necesario cultivar una perspectiva positiva, enfocarse en las cosas buenas de la vida y practicar la gratitud. También es importante establecer buenas relaciones, contribuir a la sociedad y perseguir metas que nos apasionen.
REFLEXION
La felicidad es un estado
emocional que suele unirse a satisfacción, alegría, privilegio, logros o gozo.
Sin embargo, es claro que lo que hace feliz a una persona no necesariamente da felicidad a las
demás.
Si se ve la felicidad solo
como un estado emocional no constante, uno puede estar triste o feliz en un
mismo día.
Pero es que ni
tristeza ni la alegría necesariamente nos quitan o nos dan la felicidad
ya que ella está más allá de esos sentimientos.
La felicidad no solo tiene
que ver con lo emocional, también y mucho con lo espiritual y la paz del alma.
Un momento de tristeza no
afecta la felicidad que brota de un corazón amoroso y un espíritu
pleno.
Los biógrafos de San Francisco de Asís cuentan que al final estaba en un estado de
beatitud a pesar de su ceguera y sus estigmas.
De seguro has tratado seres felices que están en silla de ruedas o
enfermos o en una prisión.
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