Cuenta
una historia que cuando Dios condenó a los pecadores y los arrojó del paraíso,
les entregó una llave a cada uno para que pudieran penetrar en el corazón del
otro y amarse afuera del edén.
Preocupados
por saber que lugar nuevo ocuparían en el mundo, ambos perdieron las llaves que
les abriría la posibilidad del amor único. Y con ellos
toda la humanidad.
El precio de ese error se paga con incomprensión, tristeza e
insatisfacción que promueve nuevas búsquedas. A partir de ese momento
los humanos intentamos oír los llamados del corazón.
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