¿QUÉ HACER?
Los
padres deben imponer reglas y límites claros desde el comienzo.
Cómo diferenciar a un niño malcriado de un
tirano y cómo deben actuar los papás ante ellos.
Primero
yo, segundo yo, tercero yo y, si sobra algo, que sea todo para mí. Esto resume la conducta de los llamados 'pequeños tiranos', niños rebeldes, indisciplinados,
agresivos, en extremo caprichosos.
Dado que, en la casa, esos niños se comportan como seres muy autoritarios,
hace unos años los expertos comenzaron a hablar del 'síndrome del emperador', una conducta que, según
algunos, no es solamente producto de la mala crianza, sino que está configurada
genéticamente.
Cada vez hay más niños así que resultan
convertidos en adolescentes imposibles de manejar y en adultos tiranos, y es peligroso simplificar el
fenómeno y achacarlo sólo a una educación negligente.
El 'síndrome del emperador' viene fijado en la
configuración de los genes
y que, por eso, "los afectados tienen una estructura cerebral que dificulta las relaciones afectivas
y el desarrollo de la conciencia".
Esto se refleja en que el niño, además de nacer con dificultades para
aprender, "suele utilizar a las demás personas como objetos, para
satisfacer necesidades impulsivas e inmediatas, sin importar las
consecuencias".
La influencia genética existe, pero en
realidad estos niños son
así porque los padres no entienden que a sus hijos deben educarlos con normas
claras y enseñándoles que las jerarquías existen y deben aprender a respetarlas,
si quieren adaptarse al mundo al que han llegado.
En la educación de los niños debe haber mucho amor pero
también disciplina, porque sin eso la vida no funciona y es muy posible
que ellos adquieran la costumbre de hacer lo que quieran.
Es posible que muchos comportamientos de este
tipo tengan un sustrato biológico y algunos adelantos en la investigación
genética muestran esta
variable como muy importante, pero el entorno tiene una influencia mucho
más determinante, pues la
manera cómo son educados y criados podría incluso modificar esta predisposición
hereditaria.
La ausencia de sensibilidad ante el dolor
ajeno y su incapacidad
para comprender los sentimientos de los demás diferencian a un menor con
'síndrome del emperador' de uno consentido.
El número de estos casos va en aumento porque
"ahora la educación
es más laxa y los padres, más permisivos".
Hoy,
los menores "han adquirido el estatus social de 'reyes de la casa' y, como los padres trabajan todo el día, les conceden todos los caprichos, no quieren tener
conflictos cuando llegan por la noche y algunos abandonan su responsabilidad
educativa.
Tampoco
se trata de volver a los correazos ni a los castigos del siglo pasado donde
imperaba la fuerza, porque eso produce miedo y rabia.
Lo que pasa es que esos papás que son buenos para imponer reglas y
límites, en
realidad necesitan de muy pocos castigos y sanciones porque el niño sabe a qué
se atiene si viola la regla. Es en las casas donde no hay reglas que el niño puede convertirse en un
'tirano'. Aunque tampoco hay que irse hasta el otro extremo.
El 'rey de la casa' es, en realidad, un ser
minusválido, indefenso ante la vida, inseguro, agresivo e impulsivo. Lo quiere todo para ya, no
respeta al de al lado ni sabe negociar con sus iguales ni con el poder.
Estos
niños rara vez dan muestras de apego y tienden a recurrir a la violencia verbal
injustificada, a la desobediencia constante, a las
mentiras reiteradas y a la agresión hacia objetos y personas. También tienen la
capacidad de manipular a los mayores.
Un
niño con rabietas exageradas tiene todo para transformarse en un 'pequeño
tirano', si no es tratado a tiempo.
Algunas señales claras también son "baja tolerancia a la
frustración, incapacidad para compartir, dificultad para aceptar los límites,
las reglas y los turnos, necesidad de imponer siempre su voluntad y marcada
dificultad para aplazar sus deseos".
Cuando se manifiestan los primeros síntomas
del 'niño emperador', él suele ser muy pequeño y aún no tiene totalmente
desarrollada la conciencia del bien y del mal.
Muchas veces sucede que los menores arman una pataleta por caprichos
no satisfechos, y algunos padres no reconocen que esa actitud puede ser
un signo de un trastorno más grave y complejo, así que buscan otras
justificaciones.
De hecho, muchas veces, los papás no detectan este síndrome y
tienden a atribuir lo que pasa a factores externos. Cuando el problema
se hace inmanejable, se hace necesario el acompañamiento de un especialista,
que podrá detectar si es
por fallas en la crianza, por una condición inherente al niño o por ambas cosas.
Casi siempre, toda la familia requiere ayuda.
Para prevenir el 'síndrome del emperador' es
clave no dejar nunca la
autoridad en manos del niño, pues esta es una atribución exclusiva de
sus padres, quienes deben establecer
límites claros de comportamiento.
Los niños que corren el riesgo de convertirse
en 'emperadores' deben estar en contacto con actitudes altruistas para que no
se crean el centro del universo; además, se les debe enseñar con claridad que toda acción, buena o
mala, tiene sus consecuencias.
Hay
que dejar que el niño se equivoque y fracase para aumentar su tolerancia frente
a la frustración y la adversidad.