“Dios es Amor”. ¿Pero cómo lo definimos?
El
diccionario define al amor como “un intenso afecto por otra persona, basado en lazos familiares o
personales”.
Habitualmente,
este “intenso afecto” tiene raíz en una atracción sexual por otra persona. Nosotros amamos a otra gente o
decimos amar a otras personas, cuando somos atraídos a ellos o cuando nos hacen
sentir bien. Fíjate que la frase clave en la definición de amor del
diccionario, es la frase “basado en”. Esta frase implica que nosotros amamos de manera
condicional; en otras palabras, nosotros amamos a alguien porque ellos
cumplen una condición que nosotros requerimos antes de que podamos amarles.
¿Cuántas veces has escuchado o has dicho: “Te amo porque eres linda”, o “Te amo
porque me cuidas”, o “Te amo porque es divertido estar contigo”?
Nuestro amor no solo es condicional,
también es “mercurial”.
Nuestro amor se basa en sentimientos y emociones que pueden cambiar de un
momento a otro. La tasa de divorcios es extremadamente alta en la sociedad
actual, porque los esposos
y esposas supuestamente dejan de amarse unos a otros o se “desenamoran”.
Podrían estar atravesando un bache en su matrimonio y ya no “sienten” amor por
sus cónyuges, así que se dan por vencidos. Evidentemente, su voto matrimonial de “hasta que la
muerte nos separe”, significa que pueden separarse cuando el amor por su
cónyuge muera, en lugar de cuando mueran físicamente.
¿Puede
alguien realmente comprender el amor “incondicional”? Parece que el amor que los padres tienen por sus
hijos es lo más cercano que podemos ver de un amor incondicional, sin la
ayuda del amor de Dios en nuestras vidas. Nosotros continuamos amando a
nuestros hijos a través de los buenos y malos tiempos, y no dejamos de amarlos,
aunque no cumplan las expectativas que tenemos de ellos. Tomamos la decisión de
amar a nuestros hijos, aunque los consideremos no merecedores de ese amor;
nuestro amor no se detiene cuando nosotros no “sentimos” amor por ellos. Este amor es similar al amor de
Dios por nosotros. Pero como lo veremos, el amor de Dios trasciende la
definición humana de amor a un punto que nos es difícil entender.
¿Cómo
define Dios el Amor?
La Biblia nos dice que “Dios es Amor”
(1 Juan 4:8). ¿Pero cómo podemos siquiera comenzar a comprender esa verdad? Hay
muchos pasajes en la Biblia que nos dan la definición de Dios del amor. El versículo mejor
conocido es Juan 3:16: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo
unigénito, para que todo
el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Así pues,
una manera en la que Dios define el amor es en el acto de entrega. Sin embargo,
lo que Dios dio (o deberíamos decir, a “quien” Dios dio), no era simplemente un
obsequio envuelto; Dios
sacrificó a su hijo único para que nosotros, los que ponemos nuestra fe en su
hijo, no pasemos la eternidad separados de él. Este es un amor
asombroso, porque nosotros somos quienes escogemos estar separados de Dios por
nuestro propio pecado, y aun así, es Dios quien enmienda esta separación por
medio de su intenso sacrificio personal, y todo lo que tenemos que hacer es
aceptar su obsequio.
Otro
gran versículo sobre el amor de Dios se encuentra en Romanos 5:8: “Pero Dios demuestra su amor por
nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por
nosotros”. En este versículo y en Juan 3:16, no encontramos condición
alguna de la cual dependa el amor de Dios por nosotros. Dios no dice: “Tan pronto como limpies tus
acciones, te amaré”; ni tampoco dice: “Sacrificaré a mi hijo si prometes
amarme”. De hecho, en Romanos 5:8, encontramos exactamente lo opuesto. Dios
quiere que nosotros sepamos que su amor es incondicional; por eso envió a su
hijo, Jesucristo, a morir por nosotros, mientras nosotros éramos aún pecadores.
No tuvimos que limpiarnos,
no tuvimos que hacer ninguna promesa a Dios antes de poder experimentar su amor.
Su amor por nosotros siempre ha existido y por ello, él entregó todo y
sacrificó todo mucho antes de que estuviéramos conscientes de que necesitábamos
su amor.
Es
Incondicional
Dios es Amor, y su amor es muy
diferente al amor humano. El amor de Dios es incondicional y no se basa en
sentimientos o emociones.
No nos ama porque nosotros seamos fáciles de amar o porque le hagamos sentir
bien; él nos ama porque él es amor. Él nos creó para tener una relación amorosa
con él y sacrificó a su propio hijo (quien también estaba dispuesto a morir por
nosotros) para restaurar esa relación.
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