Conviene hablar de la prudencia, una virtud
tan apreciada por los sabios y los místicos.
Cuando eres prudente tienes paz, no incubas en el alma prevenciones y desechas juicios ligeros.
Andas por la tierra con un espíritu libre,
sin rabias inútiles, con el corazón sereno y la mente iluminada.
La
prudencia es la virtud del equilibrio y la sabiduría.
Es un regalo del Espíritu Santo a los que lo
aman.
Una persona prudente busca la guía de gente
sabia, es reflexiva y nunca actúa a la ligera.
Por
eso estás mejor cuando sacas tiempo para un examen minucioso de tu conciencia.
Algo que no nos gusta porque es más cómodo
fingir que todo va bien y evadir los cambios.
Dale,
por tanto, mucha importancia a la prudencia y tendrás armonía y autocontrol.
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