Ante
tantas noticias de catástrofes, problemas financieros, actos de violencia
callejera y doméstica, muchas personas se ven afectadas desarrollando temores
fundados en la realidad del lugar en donde se vive o temores imaginados o magnificados
por lo que pudiera pasar.
El
temor en sí surge de aquellas situaciones que no podemos dominar, porque
son cosas que no dependen de nosotros y por la abrupta aparición que suelen
tener.
Un pensamiento recurrente en algunos es creer que porque
están gozando de un momento de felicidad, seguro que en breve sufrirán una
desgracia, cuando en realidad la vida está conformada de cosas agradables,
dolorosas, ciertamente feas, a veces todo en un mismo momento.
Cuando el miedo se transforma en un acto de prevención o
prudencia, se habla de que es un temor ‘positivo’ pues sirve para tomar
aquellos recaudos que nos protegerán, o ayudarán en nuestra vida cotidiana.
El verificar que el auto esté en condiciones antes de
emprender un viaje convertirá ese primer ‘miedo’ en tranquilidad.
Pero en la actualidad las nefastas noticias que vemos a
diario en televisión están alimentando temores desmedidos en algunas personas.
Con más frecuencia son los niños quienes se convierten en víctimas de
catástrofes que aún no han padecido.
Frente a una tormenta, el miedo a una inundación los
lleva a llorar amargamente hasta que termina de llover.
Cuando la familia es víctima de un acto delictivo, los
temores pueden llegar a paralizar el movimiento normal de la misma, promoviendo
que la actividad principal sea no salir del hogar, ni aún para actividades
gratificantes para nuestros hijos.
La
física francesa Marie Curie dijo en una oportunidad: “Nada en la vida debe ser
temido, sino tan sólo comprendido. Ahora es hora de comprender más, para temer
menos”.
Comprender
lo que sucede nos permite tener otra mirada de la adversidad.
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