Dios mío, yo tengo fe y confianza en ti, yo tengo paz.
Alabado sea aquél que todo esto promete y cumple. Dios volvió mi llanto en risa
y mi derrota convirtió en victoria. Rezo por aquellos que se alegraron en mi
desdicha. Y que aún hoy, todavía, tratan de dañarme. Pido misericordia para
ellos porque se están acarreando grandes tribulaciones. Dáles luz, Señor, para
que rectifiquen ahora, cuando aún es tiempo. ¡Yo vivo en Jerusalén, la ciudad
de la paz, allí encontré mi retiro y mi tranquilidad! ¡Esa tranquilidad que
ningún ser humano puede perturbar, porque es la paz que me da la presencia de
Dios en mí! ¡Mi paz es real, es verdadera, es sagrada! ¡Gracias Padre que así
es!
Gracias,
Señor, por todo lo que me das cada día, a cada momento. Gracias, por darme un
día más de vida para así poder alabarte y darte gracias constantemente.
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