Llovizna
del corazón humedecido en lágrimas que no caen
porque
ha llovido antes sobre esta tierra reseca.
Sueños
que han volado y regresado
viajando
por las figuras que la brisa dibuja.
Mis manos son huecos vacíos. Parecen cicatrices,
huellas del olvido que pisan mi valle.
ecos de otras voces que escuché en el pasado.
Peso y cansancio en mi equipaje.
Tengo alivio al escuchar tu nombre que nunca olvido.
Amores del ayer. Nombres que guardo mientras el futuro se
resiste.
Los días pasan con otro paso. Se detiene la música
en un ayer que vuelve y me envuelve.
Ya
no busco, ni encuentro. Ya no gano, ni pierdo.
Todo
está quieto y silencioso. Sin movimiento.
En
un lento reposo con nuevos rituales y rutinas.
Otro
calendario se me ha dado.
Me miro de otro modo. Me espero de otra forma.
Una leve nostalgia me roza la frente. Te extraño.
Dios viene como brisa suave
que se mece en lo profundo del alma arrugada.
Todo vive conmigo. Nada me ha dejado.
Todo está como entonces.
Sólo
espero un amanecer profundo. Estiro mi mano
y tu
mano invisible me espera, me toma, me toca y me acompaña.
El
miedo es ya sólo un tenue recuerdo.
Si
pronuncio tu nombre, vuelve la paz.
El puente aguarda.
Ya no hay deudas pendientes, ni sueños incumplidos,
ni espacios vacíos, colmados de nostalgias.
Es otro tiempo y otro el reloj.
Cierro mis ojos y espero. Me dejo estar.
Voy
aprendiendo a disfrutar todo, a saborearlo despacio, a gozarlo de a poco.
Todo
es un inmenso, inmerecido y hermoso regalo.
Cierro
mis ojos y simplemente soy.
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