LA SENCILLEZ ES UN BUEN CAMINO PARA ALCANZAR PAZ Y ARMONÍA

 

Amarte a ti mismo se manifiesta en llevar una vida sencilla, ya que esta se traduce en paz y armonía. La sencillez implica silenciar el orgullo y la ambición, reconociendo tus falencias y errores. Estas actitudes son fuentes de intranquilidad y sufrimiento, robándote la paz del alma. Evita el dolor que surge al querer con apegos dependientes, ya que estos son fuente de sufrimiento. Valora lo que eres y lo que tienes, en lugar de lamentarte por lo que no eres o no posees. Ama y fluye en el presente; no permitas que la mente te transporte al pasado o al futuro. Viajar a esos tiempos inexistentes con odios, culpas o temores solo genera sufrimiento.

 

Reflexiones de la Biblia:

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). En este versículo, Jesús nos enseña que la sencillez es un camino hacia la paz y la armonía. Los pobres de espíritu son aquellos que no se aferran a las cosas materiales, sino que buscan la riqueza en Dios. Son personas humildes que reconocen su necesidad de Dios y que confían en su providencia.

“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Jesús nos invita a no preocuparnos por las cosas materiales, sino a buscar primero el reino de Dios. Cuando nuestra vida está centrada en Dios, encontramos la paz y la armonía que tanto anhelamos.

“El que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro siervo” (Mateo 20:27). Jesús nos enseña que la grandeza no se encuentra en el poder o en la riqueza, sino en el servicio. Cuando servimos a los demás, nos acercamos a Dios y encontramos la verdadera felicidad.

La sencillez es un camino de vida que nos lleva a la paz y la armonía. Cuando abrazamos la sencillez, encontramos la libertad de las cosas materiales y podemos centrarnos en lo que realmente importa: el amor a Dios y al prójimo.

Que la Virgen María, modelo de sencillez y humildad, nos guíe en este camino.

 

NOTA: Acepta las cosas tal como son, sin resistirte ni pretender controlar lo externo, y mucho menos a los demás.