A
veces me pregunto cómo es
posible que un simple nombre, pueda contener tanto. Es como si, al decirlo, el mundo
entero cobrara sentido. Cuando alguien pronuncia tu nombre, siento que me roban un pedacito
de ti, como si esas letras fueran tan poderosas que pueden encerrar toda la
magia que traes a mi vida.
Mi locura sería llenar el mundo con tu
nombre, pintarlo en cada pared, gritarlo a las montañas y enseñar a los pájaros
a cantarlo.
Porque no hay nada más hermoso
que verte reflejada en esas seis letras. Sería capaz de olvidar todo
lo demás, cada libro leído, cada verso escrito, para quedarme solo con lo único que realmente
importa: tu nombre.
Imagina que, en cada rincón de este
mundo, tu nombre resuena. Que cada persona, al verme, diga que solo repito lo mismo, pero ¿qué más necesito? Si tan solo pudiera saludarte,
pedir lo más simple, vivir mi vida, con tu nombre en los labios, sería feliz,
tan feliz que nada más
importaría.
Y si algún día me toca partir de este
mundo, me iré llevándolo en la boca, respondiendo a todo con tu nombre. Los jueces, los santos,
quizá no entiendan, y Dios, tal vez, me condene a decirlo eternamente. Pero, ¿sabes qué? No me
importaría. Porque si
hay algo por lo que vale la pena volverse loco, es por la dicha de llevar tu
nombre en mi corazón, hoy, mañana y siempre.
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