Según
una investigación, el poder económico aumenta nuestro nivel de satisfacción con
la vida.
La
capacidad económica genera mayores niveles de satisfacción en la vida cuando se
utiliza para comprar tiempo libre.
Uno de los más antiguos y universales proverbios de la
sabiduría popular sentencia que ‘el dinero no compra la felicidad’, pero esa afirmación está
siendo puesta en entredicho por la ciencia moderna.
La
capacidad económica genera mayores niveles de satisfacción en la vida cuando se
utiliza para comprar tiempo libre, por ejemplo, pagando para delegar en
otras personas tareas que resultan desagradables, aburridas o agotadoras
(mental o físicamente), sostiene un estudio conjunto de investigadores de las
universidades de Columbia Británica, en Canadá, y de Harvard, en Estados
Unidos.
“Los
beneficios de comprar tiempo no son solo para la gente rica, como pensábamos,
ya que, para nuestra sorpresa, encontramos los mismos efectos en personas con
distintos niveles de ingresos”, asegura Elizabeth Dunn, profesora de
psicología de la Universidad de Columbia Británica o UBC y autora principal del
estudio, junto con Ash-ley Whillans, profesora de la Escuela de Negocios de
Harvard.
Para este trabajo se encuestó a más de 6.000 adultos en
Estados Unidos, Dinamarca, Canadá y los Países Bajos. Y la primera conclusión fue que aquellos sujetos
que gastaron dinero en compras que les permitían disponer de más tiempo libre
reportaron una mayor satisfacción con la vida, según Dunn y Whillans.
Las expertas también realizaron un experimento de campo,
fuera de laboratorio, en el mundo real. Asignaron a sesenta adultos 40 dólares
para que cada uno los gastara en un fin de semana y los dividieron al azar en
dos grupos, uno de los cuales invirtió esa suma en una compra que le permitió
ahorrar tiempo, mientras que los demás la gastaron en adquirir bienes
materiales.
Este
experimento reveló que las personas que tomaron la primera decisión, comprar
tiempo, se sintieron más satisfechas.
“Curiosamente, aunque comprar tiempo libre puede amortiguar los perjudiciales efectos
que ejercen algunas presiones de la vida diaria, pocas personas lo hacen,
incluso cuando pueden permitirse ese lujo”, señala la profesora Dunn.
Y, sin duda, algo de prejuicios sociales y culturales hay
en esto, ya que a menudo –dice Whillans– en nuestros entornos (países
desarrollados) “las personas que contratan a un empleado de limpieza, pagan a alguien para que les
cocine o dan dinero al niño de al lado para que les corte el césped pueden
sentir que están siendo perezosas o vagas”. Sin embargo, “los resultados
de nuestra investigación sugieren que comprar tiempo tiene beneficios sobre
nuestro bienestar”, subraya.
“Hay numerosas investigaciones que demuestran que la
gente se beneficia notablemente cuando gasta dinero en experiencias que le
resultan agradables, pero nuestro estudio sugiere que también podrían beneficiarse al invertirlo en
evitar las experiencias desagradables”, dice Dunn.
Esta psicóloga de la UBC confiesa que comenzó a estudiar
la relación entre el dinero y la dicha debido a su experiencia personal, cuando
pasó de ser una estudiante graduada con escasos recursos económicos a contar
con los ingresos de su primer trabajo universitario y preguntarse qué podía
hacer con ese dinero.
“El
dinero compra tiempo de manera bastante eficaz”, según Dunn, quien
recomienda pensar en esto: “¿Hay algo que odia hacer, que lo llena de pavor y
que podría pagar para que alguien se ocupase? Si la respuesta es afirmativa,
entonces la ciencia dice que eso es hacer un buen uso del dinero”.
“Gente
de todo el mundo se siente cada vez más presionada por el tiempo, lo cual
socava su bienestar, y hemos demostrado que esa ‘hambre de tiempo’ de la vida
moderna, es decir, el estrés debido a la sensación de no disponer de
tiempo suficiente para atender lo que necesitamos y queremos hacer día a día,
se puede reducir usando dinero para comprar tiempo”, señalan estas
investigadoras.
En este estudio, publicado en la revista ‘Proceedings of
the National Academy of Sciences’ de Estados Unidos, Whillans y Dunn indican
que algunas organizaciones y empresas ya han comenzado a tomar iniciativas para recompensar a
sus empleados con más tiempo libre.
El
más extendido es el teletrabajo, que bien manejado ahorra tiempos en
desplazamientos y mejora el equilibrio entre vida laboral y vida personal.
Pero existen otras fórmulas. Por ejemplo, la Universidad de Stanford (en
California) efectuó un pequeño estudio en el que los médicos fueron
recompensados con cupones
que podían canjear por servicios que les ahorraban tiempo, y con el cual
se comprobó que aquellos facultativos que recibieron estos vales registraron un
mejor equilibrio entre el trabajo y su vida personal y una mayor tasa de
permanencia en su organización.
La
otra cara de la moneda
Pocos temas se han estudiado tanto como la relación entre
dinero y felicidad. Pero la lista de datos que sustentan que la relación entre
ambos no es directamente proporcional es enorme. Vea algunos ejemplos:
Daniel Kahneman, economista de la U. de Princeton y
ganador del Nobel, probó que tras superar un umbral de sueldo, ganar más dinero no nos hace más
felices.
La
lista de los países más felices del mundo rara vez está encabezada por las naciones
más desarrolladas u opulentas.
La Universidad de Amberes (Bélgica) demostró que los más pudientes son menos
propensos a apreciar cosas como una cascada o un momento íntimo en una cita.
El poder de tenerlo todo aburre. Cuanto más nos exponemos
a algo, más rutinario se vuelve, confirman diversos estudios. Y no importa lo
que sea.
Cómo
gastar para ser felices
Tres
claves que proponen en un libro dos investigadores estadounidenses para
gastar la plata de manera que nos haga más felices.
Primero,
‘compre experiencias’
Gastar en vivencias como vacaciones, viajes, conciertos o
comidas especiales, preferiblemente con otras personas, es más satisfactorio
que realizar adquisiciones materiales y nos inocula contra el remordimiento de
haber comprado algo tomando una decisión equivocada. Y los autores piden hacer
el siguiente ejercicio: piense en objetos como una joya, un mueble o ropa.
Luego, en un viaje, un concierto o una comida. ¿Qué opción lo (la) hizo más
feliz? Seguramente alguna del segundo grupo, porque tienden a intensificar
nuestra conexión con los demás.
Segundo,
‘compre tiempo’
Mudarse a una casa cercana al trabajo para reducir los
tiempos de desplazamiento, pagar por cosas que le molesta hacer o no tiene
tiempo para dedicarles, o incluso pagar un asistente que se ocupe de sus
‘vueltas’ o hasta comprar un robot doméstico para aspirar la casa (que ya
existen, y muy buenos) no es botar la plata.
Tercero,
‘invierta en los demás’
Elegir gastar dinero en otras personas, tanto en nuestros
familiares o amigos como por medio de donaciones caritativas, incluso aunque se
disponga de escasos ingresos o se entreguen pequeñas sumas, proporciona un
impulso de felicidad más grande aquel que produce gastar en nosotros mismos,
según aseguran estos expertos, que creen a pie juntillas en la ‘alegría de
dar’.
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