El optimismo en parte es
heredado y en parte aprendido. Si naciste en una familia de pesimistas, puedes
encontrar a tu optimista interior.
Ser optimista no es ignorar la realidad de una situación difícil y estar
afirmando que todo es fácil y que no hay penas ni azares, eso es ingenuidad.
Por ejemplo, perder un empleo es un mal serio y es normal sentirse
derrotado, ansioso y pensar: “Nunca
me recuperaré de esto”.
Sin embargo un
optimista asume eso como un reto y dice con fe y esperanza: “Será difícil, pero es una
oportunidad de replantear mis objetivos de vida y conseguiré un trabajo mejor”.
Suena como algo trivial, pero tener pensamientos positivos y rodearte de
gente positiva en verdad ayuda.
Steven Southwick, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de
Yale dice: “El optimismo,
al igual que el pesimismo es contagioso. Júntate con personas optimistas”.
Piensa en lo mejor, pero acepta que no
todo se logra aunque se desee ya que solo nos llega lo que nos corresponde
Sé optimista, pero sin
candor.
Cree que la fe logra
imposibles y el amor hace milagros. Sé un faro de luz en medio de la oscuridad.
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