No hace muchos años, cuando una
empresa quería prescindir de los servicios de un trabajador, la estrategia más
extendida consistía en despreciarlo abiertamente.
Este desprecio tomaba muchas
formas, desde no encargarle nada de trabajo y provocar su aburrimiento y
frustración hasta prohibir a sus compañeros que le dirigieran la palabra. Ante
esta situación, el trabajador acababa abandonando la empresa por voluntad
propia.
Hoy en día esta situación raramente ocurre, y en caso de que ocurra se
puede denunciar porque es ilegal. El surgimiento de anglicismos como “mobing“ o
directamente “acoso”
son términos que nacen
para defender la figura del trabajador ante cualquier tipo de abuso, ya sea
físico o psicológico.
Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa. A día de hoy existen maneras
de frustar al trabajador dentro de la legalidad. El sistema que mejor
resultados ofrece es
impedir que el trabajador finalice ninguno de los proyectos o encargos que ha
iniciado.
No hay nada más frustrante para una persona que ver su proyecto finalizado en manos ajenas.
Esta manera de actuar de las empresas es perfectamente legal, aunque sea cuestionable desde el punto
de vista ético y moral.
La empresa suministra un flujo constante de trabajo a la persona en
cuestión (trabajador A), sin embargo antes de que finalice cada proyecto se lo
entrega a otra persona (trabajador B) para que lo concluya. Cuando una empresa mantiene esta
conducta en el tiempo consigue que la frustración del trabajador A aumente y
decida abandonar la empresa por voluntad propia.
No todas las empresas que hacen esto buscan que el trabajador se vaya. Una pobre planificación o
estructuración del trabajo puede originar una frustración no buscada en algunos
trabajadores. Con el tiempo esta frustración se convertirá en
desmotivación y afectará claramente a la productividad laboral.
Dejando de lado el ámbito empresarial, seguro que puedes realizar una
analogía con tu propio estilo de vida. Si logras acabar tus proyectos, tendrás más fuerza para
acometer otros nuevos.
Desde apuntarte a un cursillo de natación de 1 mes de duración hasta
asistir a clases de inglés o pintura. Puedes empezar por algo de corta
duración, busca algún curso que te interese que no dure más de 2 semanas.
Una vez que lo hayas finalizado
notarás cómo tu motivación por hacer cosas nuevas aumenta y podrás buscar otros
cursos o actividades que tengan un poco más de duración. Busca en
Internet. Te sorprenderás de la cantidad de cursos gratuitos disponibles tanto
para trabajadores como para desempleados. Yo mismo acabo de comenzar un curso
de Recursos Humanos.
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