En
la novela Don Quijote se nos cuenta de una isla donde regía una curiosa ley.
Un guardia pregunta a cada visitante:
Guardia:
¿Para qué viene usted aquí?
Si el viajero contesta con verdad, todo va
bien. Pero si dice mentida es ahorcado allí mismo.
Un día, un visitante contestó:
Visitante:
¡He venido aquí para ser ahorcado!
Los
guardias quedaron perplejos como el cocodrilo. Si no
ahorcasen al sujeto, este habría mentido, y por ello debería ser ahorcado. Pero
si lo ahorcan, habrá dicho la verdad, y no debería se ajusticiado.
Para decidir la cuestión, el visitante fue
llevado ante el gobernador de la isla. Tras pensarlo largamente, el gobernador
tomó una resolución:
Gobernador: Decida lo que decida tendré que
vulnerar la ley. Así pues, seré clemente y dejaré a este inocente.
La paradoja queda oscurecida por la ambigüedad
de la declaración del visitante. En efecto, ¿está manifestando su intención, o está hablando de un
suceso futuro?.
En el primer sentido, el hombre pudo haber
dicho la verdad respecto a su intención, y las autoridades podrían no ahorcarlo
sin contradecir la ley. Por otra parte, tomada su afirmación en el segundo
sentido, cualquier cosa que hagan las autoridades será una contradicción.
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