Sea que
se trate de una llamada telefónica de veinte minutos o de una carrera de veinte
años, hay pocos momentos tan anticipados, ensayados, agonizantes y atesorados
como el “fin”. Pero es importante saber cuándo es hora de decir adiós y ensayar
una retirada de la que no nos vayamos a arrepentir.
Entonces, ¿cómo saber si la decisión de partir es
objetivamente buena? Es importante prestarle atención a los sentimientos de
ansiedad, depresión o pánico que surgen cuando contemplamos una transición,
como dejar un empleo aburrido.
Luego,
es preciso tomar en cuenta las señales provenientes de otras personas, como
cambios en la actitud del jefe o de la familia. También es importante
visualizar cómo será la vida una vez que hayamos partido. Imagínese sus últimos
momentos en el trabajo. ¿Está llorando o está emocionado? ¿Cómo será su primera
semana desempleado?
La
variedad de posibles finales es infinita. No hay una única explicación
sobre cuándo debe pararse de su escritorio y dar un discurso de despedida o
escurrirse por la puerta trasera. Pero siempre es mejor pensar en la partida de
una forma estratégica.
Lo mejor es no quemar los puentes.
Hay que
tomar en cuenta los intereses ajenos y mantener la compostura.
Tómese su tiempo a la hora de partir.
Si lo
engañó su esposa o el jefe lo pasó por alto, el plan de evacuación inicial
suele estar envuelto en miedo, rabia y sed de revancha.
Pero lo mejor es proteger sus propios intereses. La gente no
toma en cuenta el futuro cuando está en una mala situación. Quiere acabar con
el dolor inmediatamente.
Tal vez
su jefe sea un tirano y usted quiere decírselo; pero si este es una de las
personas más poderosas de la industria, y usted quiere seguir en ese campo, es
mejor que lo piense bien.
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