Padre amado tú me ayudas a ahuyentar
los miedos y las dudas, tú me ayudas a confiar y a esperar lo mejor.
Si de verdad vivo unido a ti nunca se
me escapa la esperanza,
y puedo imaginar incluso lo que llaman imposible.
Necesito Padre de amor que los temores
nunca se amañen conmigo
y así será si mi fe es fuerte y sólida.
No una
de labios, de rezos y de instantes, no, una fe de buenas obras y de una comunión constante contigo.
Creer es hacer tu voluntad, y ella
únicamente la vivo cuando todo lo hago con amor y por amor.
Que no
se diga de mí lo que se lee en la Biblia: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón
está lejos de mí”.
Mi fe
crece con actos de confianza que puedo repetir sin cesar: Creo, confío, en ti me apoyo,
eres mi fuerza, eres mi Buen Pastor.
Cuando mi fe es grande, el miedo es
pequeño o se esfuma; cuando mi fe crece, el miedo desaparece.
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