Los inconformes son infelices porque
cuando llueve quieren calor y cuando calienta piden lluvia.
El quejumbroso, si está solo quiere
compañía y, si tiene compañía, la cansa y la aleja con su derrotismo y sus quejas.
La inconformidad nace de la ingratitud y te saca del mundo de las
hadas rumbo al mismísimo infierno.
Deja de ver solo lo negativo y sal de un laberinto en el que
refunfuñas y dejas de apreciar lo bueno y lo bello.
Siéntate y haz una lista de tus dones y
tus bendiciones.
Despierta
tu niño y elige asombrarte ante una simple hoja, una abejita, una roca o un
hilito de agua.
Abandona
lo viejo, cambia tu
actitud y aprecia todo como lo hace jubiloso el secuestrado después de
estar meses en cautiverio.
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