Resulta
difícil entender que la base de la alimentación de las grandes ballenas sea un
minúsculo crustáceo de apenas seis centímetros, el kril.
Pero las grandes concentraciones producidas por este pequeño animal en la época
del apareamiento son tan sorprendentes que resultan difíciles de imaginar.
Cuando
llega la primavera el kril antártico forma agrupaciones de varios cientos de
kilómetros cuadrados muy cercanas a la superficie. Un equipo de investigación
ruso estimó que en un solo banco de kril contenía 100 millones de toneladas de
estos pequeños animales. Si estas estimaciones son
acertadas significaría que en un solo banco podría existir más biomasa que la
capturada en peces en todo el mundo por los seres humanos, en el término de un
año.
Junto con el inicio del deshielo aumenta la
luz disponible para fotosintetizar. Entonces las diatomeas, pequeñas algas
microscópicas, que son la base de alimento de estos crustáceos, proliferan y el
kril vuelve a nutrirse formando enormes agrupaciones que sirven, además, par el
apareamiento y la reproducción.
Una
sola hembra puede producir hasta 10.000 diminutos huevos.
Aprovechando la agregación de kril en aguas cercanas a la superficie las
ballenas, focas, peces e incluso pingüinos se alimentan de ellos en forma
masiva y casi sin ningún esfuerzo. El kril es el alimento base de la Antártida , sirviendo de sustento a casi todos sus
pobladores.
Al
regresar el invierno los bancos de kril se dispersan bajo el hielo antártico,
pero deberán atravesar una serie de importantes cambios para poder sobrevivir. En principio reducen notablemente el metabolismo hasta la mitad o un
tercio del nivel estival y recurren a las reservas de grasa que acumularon
durante el verano. Pero, a medida que estas reservas van desapareciendo el
animal va achicando su tamaño físico hasta tomar el aspecto de un juvenil.
La mayoría de los crustáceos tienen que mudar
su caparazón para crecer, pero el kril lo muda cada invierno para poder
disminuir su porte a dos tercios del tamaño original. Un cuerpo menor con menor movimiento consume
muchas menos energías, nada debe ser desperdiciado en pos de sobrevivir en
aguas congeladas hasta la primavera siguiente.
Incluso, al mudar, se comen su propia cáscara.
El kril achicado y casi inmóvil espera bajo los hielos la llegada de la nueva
primavera para nutrirse y recuperar su talla original.
Achicarse
para sobrevivir, no gastar inútilmente lo que no se tiene, esperar
pacientemente el paso del invierno, sobrevivir bajo las condiciones más extremas. Hasta que llegue la primavera, hasta que llegue el alimento, hasta
que la Antártida
vuelva a explotar de vida y las aguas se tiñan de rojo marcando el regreso de
las diatomeas, el kril y las ballenas. Dándole un nuevo impulso a la vida,
marcando el pulso del océano.
Estas
últimas cosas son vitales. Achicarse para sobrevivir, no
gastar inútilmente lo que no se tiene y esperar pacientemente. Creo que nosotros los seres
humanos podemos aprender del kril. A veces tenemos que aprender a achicarnos para sobrevivir,
en otras palabras no dejar que el orgullo nos eleve, No gasta inútilmente lo
que no se tiene, ya que
muchos por mantener una imagen de ricos gastan hasta lo que no tienen y
finalmente saber esperar pacientemente.
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