La siguiente historia es
bien apropiada para los que acomodan la realidad según sus delirios:
Un elefante extraviado llegó ante un barranco profundo y se
detuvo ante un frágil puente de madera.
Titubeó unos instantes pero, al fin, se animó y comenzó a caminar sobre la débil
estructura.
El puente crujía y se
balanceaba peligrosamente soportando con dificultad un peso tan desmesurado.
Una vez a salvo, al otro lado del precipicio, una pulga que estaba
en la oreja del elefante exclamó:
"Muchacho, fue
increíble; mira cómo hicimos temblar ese viejo puente".
¿No es así como actúan los arrogantes y los fanfarrones,
enfermos de un virus llamado soberbia?
Por ahí los ve uno, hoy deslumbrados por un cargo y mañana estrellados por no valorar la
sabiduría de la humildad.
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