Hay
una constante en las vidas de los personajes valiosos: nunca la tuvieron fácil
y templaron su carácter en el yunque de la adversidad.
Por eso, Shakespeare trabajó como carnicero y
maestro de escuela cuando su padre se arruinó, y Julio Verne aguantó hambre en
París mientras preparaba sus novelas, mal alimentado y en un cuarto estrecho.
Dickens sufrió los rigores de la miseria en su infancia y fue explotado como
niño en una fábrica de betún.
Andersen fue un niño enfermizo, y él mismo
dice que era tratado como el patito feo de su famoso cuento. Artemisa, Frida
Kahlo y otras artistas fueron bloqueadas por una sociedad machista. Mandela
soportó sin claudicar 27 años de prisión.
La
verdad es que el triunfo no es cuestión de suerte, sino de fe, entrega y
constancia. Únicamente con una pasión arrolladora sales adelante y te vacunas
contra las vacilaciones y contra un facilismo perverso.
Tienes dos rivales de mucho cuidado: tus
temores y tus dudas, y cuentas con un poderoso aliado: tu confianza. Por eso,
no te equivoques buscando culpables afuera, ya que las respuestas siempre están
adentro. Sólo los ilusos atribuyen sus sueños truncados a los embelecos de la
mala suerte y a los demás.
Pero tú naciste para manejar tu destino y
reconocer que la vida es una siembra y una responsabilidad. Sabes que la confianza hace
milagros, que no hay fracasos, sino lecciones y que muy pocos males son
irreparables. Con una confianza firme borras los temores, dominas el derrotismo
y te animas a realizar milagros. Siente a Dios, decide hacer su voluntad
y cree que con un amor puro la vida no es un peregrinaje errático.
Con el poder de la fe vences estos enemigos
agazapados en el sendero: el miedo y el desaliento. Con fe no sucumbes donde otros se consumen.
En cierta ocasión los discípulos de Jesús le
pidieron algo que ojala pidas tú todos los días: "Señor, auméntanos la
fe". Cultiva una fe
firme para afrontar las crisis y avanzar en medio de la incertidumbre.
Con
una confianza perseverante dominas los contrastes, vences las insidias y
superas los obstáculos. Recuerda que las virtudes crecen
con actos constantes, en especial, cuando flaqueas y las dudas te acosan.
Por lo mismo, enséñate a repetir afirmaciones
positivas y elige interiorizarlas y hacerlas tuyas: creo, puedo, soy capaz,
estás conmigo, Señor; me sostienes, eres mi fuerza, eres mi luz, contigo nada
temo, confío en ti. Nutre tu fe con buenas lecturas y afiánzala al lado de
buenos creyentes en tu iglesia o en un grupo espiritual.
La
fe es la fuerza de la vida y es tu mejor apoyo en situaciones desfavorables. Vuelve a creer. Todo se pasa y, al final, todo estará bien. Te
estresas y angustias por hechos materiales que no dañan tu espíritu, tu
esencia.
Lo que hoy te desvela, mañana no tendrá importancia;
es tan pasajero como la fama, es volátil y superficial. Viaja a tu interior, aquieta tu mente y cree
firmemente.
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