Ideas
positivas o negativas, estados emocionales favorables o desfavorables,
argumentos alentadores o depresivos.
El problema de la mayoría de las personas no
es que carezcan de recursos. Su
principal dificultad suele ser que carecen del necesario control sobre los
recursos personales que ya poseen.
Acudamos a una comparación. El director de una
película, o de un reportaje televisivo, puede obtener efectos muy distintos de
una misma realidad que está filmando. El ángulo y el movimiento de la cámara,
el tipo de música de fondo y su volumen, el color y la calidad de la imagen,
etc., pueden crear en el espectador impresiones enormemente diferentes. Hay
todo un conjunto de detalles
que influye mucho en los sentimientos que una misma realidad puede generar en
quien la vive o la presencia.
Algo parecido sucede con el mundo interior de
cualquier persona. Dependiendo de cómo se utiliza la cámara con que observamos
lo que nos sucede, o la música con la que acompañamos esa mirada, o los diálogos
que establecemos en nuestro interior, una misma situación objetiva puede
generar en nosotros efectos subjetivos muy diversos. Puede ponernos en pantalla ideas positivas o
negativas, estados emocionales favorables o desfavorables, argumentos alentadores
o depresivos.
Usar
la inteligencia.
Aunque quizá sea simplificar un poco, puede decirse que cabe vivir de
dos maneras. O bien se deja que la mente siga su curso al son de lo que
espontáneamente surja ante lo que nos sucede, o bien se opta por dirigir
conscientemente nuestra actividad mental. Esos dos estilos corresponden,
por decirlo de modo sencillo, a dos niveles de uso de la inteligencia: la inteligencia simple y la
inteligencia guiada inteligentemente. Lo verdaderamente inteligente es
lo segundo: implantar en nuestro interior los estilos intelectuales y
emocionales que consideremos mejores (o más adecuados a nuestra situación).
Controlar
los sentimientos.
Todos tenemos experiencia de cómo el simple
hecho de dar vueltas a un pensamiento negativo (ya sea de envidia, rencor,
victimismo, crítica exacerbada, tristeza, etc.), acentúa y amplifica nuestras percepciones negativas sobre
la realidad en cuestión. Si se sigue así un poco de tiempo, ese diálogo
interior nos acaba llevando, por su propia dinámica, a una situación en la que
probablemente el asunto quede fuera de toda proporción sensata. ¿A qué se debe?
Sin duda, en gran parte a la fuerza de nuestras imágenes mentales. Y esas imágenes mentales no
estaban al principio, las hemos aportado nosotros. Nos hemos ido
haciendo una película en la que la imagen, la música y los diálogos nos han
conducido a un estado emocional muy negativo, muy poco real y que nos puede
perjudicar mucho. ¿Cuál es
la solución? Llegar a ser el director de esa película, no un simple espectador.
Tomar el mando.
¿Te
has visto alguna vez atormentado por un diálogo interior incesante, por una de
esas situaciones en las que la mente gira a gran velocidad y parece casi
imposible de parar? Muchas veces nuestra mente dialoga
consigo mismo de modo interminable, sopesando pros y contras de una decisión
intrascendente, buscando un nuevo argumento para darnos la razón en una antigua
discusión sin importancia, o acumulando agravios sobre determinada persona a la
que deberíamos tratar con afecto y comprensión.
Haz
un esfuerzo por hacerte con el mando de esa voz, de esa música y de esas
imágenes. No dejes que se te llene la cabeza de ideas recurrentes sobre tus
grandes cualidades advertidas o inadvertidas por todos, ni sobre tus grandes
limitaciones igualmente advertidas o inadvertidas por todos, ni sobre los
grandes defectos o cualidades de los demás, lo que te han hecho o dicho o
dejado de decir.
¿Te hablas a ti mismo constantemente con un
tono de voz quejoso, o triste, o amargo? Prueba a hacerlo con un tono más cordial, alegre y
positivo. Piensa también si te hablas con un tono de voz crispado o
estimulante. Piensa si te
tratas con el afecto y la comprensión, y también la exigencia, con que debes
tratar a cualquier amigo al que aprecias de verdad y quieres ayudar a mejorar.
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