Hace ya unos meses, anduve de vacaciones por la provincia y fui invitado a visitar una finca propiedad de un paisano alemán del Volga donde elaboraban jamones caseros.
Al pasar por un chiquero, me llamó la atención una marrana amamantando a unos cuantos lechones.
Para salir de la curiosidad, le pregunté al hijo del patrón que me estaba atendiendo ¿de qué raza eran esos cerdos?.
No son de raza son cerdos salvajes.
Pero espere llamaré a mi padre, que a él le va a gustar contar la historia.
Por la puerta de la cocina emergió don Helmut, un gigante de cabellos blancos que se desplazaba dificultosamente asistido por un bastón de 3 patas y me invitó a sentarme a la mesa de la galería donde estaba un enorme botellón de alcohol de nuez de no menos de 60º.
-¿Ud. sabe como se cazan los cerdos salvajes del monte?- me pregunto el paisano, mientras me servía un vasito de ese brebaje.
- Bueno, creo que los perros “los paran” y un fusil que los sacrifica. - Le contesté prudentemente, presintiendo que la historia venía por otro lado y que el viejo sabía más que yo…
- En este caso, no es así. me dijo don Helmut y prosiguió:
- Y cuando le diga cómo los cazo yo, Ud. va a poder entender porqué se los llaman “salvajes” y si es un hombre inteligente, podrá sacar algunas conclusiones acerca de por qué el mundo está como está.
En el fondo de la finca, detrás de aquella cortina de álamos que Ud. ve,
y hasta la costa del río, hay un monte grande.
Allí suele haber cerdos salvajes.
Para cazarlos hay que comenzar por buscar un lugar sin matorrales
y tirar un poco de maíz en el piso.
Cuando los chanchos lo descubren, van a comer todos los días, y Ud. solo tiene que reponerles diariamente la ración.
Una vez acostumbrados, construye una cerca en uno de los lados del sitio y les sigue poniendo alimento.
Por unos días van a desconfiar, pero después terminan por volver.
Entonces se hace otra cerca a continuación de la anterior,
y les sigue poniendo comida hasta que dejen de dudar y regresan a comer.
Y así sucesivamente, hasta que casi cierra los cuatro lados y solo deja una abertura para un portón.
Ya para entonces se han acostumbrado al maíz fácil, le han perdido el miedo a los cercos y entran y salen casi con naturalidad…
Un día va y coloca el portón, lo deja abierto y sigue poniendo maíz,
hasta que encuentra la manada comiendo, entonces le cierra la puerta.
Al principio empiezan a correr en círculos como locos, pero ya están sometidos.
Muy pronto se tranquilizan y vuelven al alimento fácil que ya se olvidaron de buscar por si mismos, y aceptan la esclavitud.
La mayoría de los habitantes de este planeta no se dan cuenta que sus gobernantes proceden de la misma manera que yo con los chanchos…
Les tiran maíz gratis disfrazado de programas de ayuda, planes sociales,
empleos públicos, cargos políticos, sueldos bajos, subsidios para cualquier cosa, leyes proteccionistas, sobornos electorales… Todo a costa del sacrificio de las libertades que les van confiscando migaja a migaja…
Las personas no se dan cuenta que no existe la comida gratis, y que no es posible que alguien preste un servicio más barato que el que uno mismo hace. ¿Acaso no ven que toda esa maravillosa “ayuda” que reparte el gobierno, lo hace con los poderes que el pueblo permite que se arroguen, para depredar las libertades y los bienes de la gente que trabaja y que produce?
¿Pero cómo pueden vivir en un paraíso y tratar a toda costa de convertirlo en un infierno…?
¿Cómo puede haber tantas diferencias entre ricos y pobres, entre países desarrollados y en vía de desarrollo, como puede ser que importe poco la contaminación del planeta, el consumo desmedido de los recursos no renovables, como puede ser que se destruya el planeta que tenemos?
¡¡¡Sigan así, y que Dios los ayude cuando les cierren el portón!!!
DESPIERTA: SI QUEREMOS ASEGURAR EL FUTURO A LAS PROXIMAS GENERACIONES, TODOS DEBERIAMOS ACTUAR COMO SI VIVIERAMOS EN UN ÚNICO MUNDO TRAS UN ÚNICO OBJETIVO.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios