Los expertos ofrecen razones para
pensar bien o reconsiderar la
decisión. La condición principal es que todavía haya algo de
amor.
Uno
de los fenómenos sociales de
mayor crecimiento en las últimas décadas en el mundo son las separaciones y los
divorcios.
En Estados Unidos, por ejemplo, el
porcentaje de separaciones llega al 50 por ciento; en Europa, una de cada tres parejas
rompe, y en Colombia, cerca del 5 por ciento de la población en edad de casarse
dice ser separada o divorciada.
Conocedores
del tema tienen sus propias teorías: Hasta hace unas décadas "socialmente no había
aceptación de la separación y era castigada por la sociedad", lo
cual ha variado sustancialmente. "La gente acabó por darse cuenta de que sufrir y soportar un mal
matrimonio no es destino para nadie; pasaron las épocas en las cuales
las mujeres, especialmente, creían que había que resignarse".
"A
eso hay que sumar el hecho de que muchas personas se casan sin saber qué es un
matrimonio; se dejan llevar por el enamoramiento y por expectativas idealizadas
sobre lo que significa vivir juntos; cuando el entusiasmo cede, la pareja se ve
tal cual es, con virtudes, pero también con muchos defectos. La vida bajo el mismo techo deja
de ser tan rosa como al comienzo, y a veces el primer reflejo es
separarse".
Es
importante no romper ante la primera dificultad: "Los seres humanos crecemos y evolucionamos en forma
constante, y a veces lo que hoy percibimos como una incompatibilidad, mañana
puede verse diferente, si los dos trabajan en la relación".
Los expertos
coinciden en que la vida
en pareja no puede darse forzada por las circunstancias, y admiten que
así como hay algunas que pasan por situaciones insalvables, que justifican la
separación, también hay otras que siguen queriéndose, pese a estar pasando por
una crisis.
En
estos casos, y antes de separarse, cabe considerar razones como las siguientes,
esgrimidas por ellos y distintos autores.
1. Por amor y compromiso
De
acuerdo con los expertos, cuando dos personas toman la decisión de compartir su
vida no sólo hacen un compromiso con el otro, también, y primordialmente, con
ellas mismas. El problema es que no siempre son conscientes de eso. Por eso,
antes de separarse conviene que juntos revisen, con tranquilidad, las razones
por las cuales se comprometieron el uno con
el
otro.
Suele
suceder que el malestar que generan las crisis, los malos entendidos y las
discusiones les impide establecer con claridad si los lazos que los unieron se
mantienen.
2. Emparejados, más sanos
Para
la ciencia es cada vez más cierto que las buenas relaciones de pareja favorecen
la salud mental y física. En las dos últimas décadas han crecido las evidencias
que señalan que las personas casadas o con pareja estable son más saludables y
se autocuidan.
Los
cónyuges tienden a tomar menos alcohol, conducen en forma más segura, fuman
menos y, por lo general, se sienten en mejor forma que quienes viven solos. Un
estudio de investigadores de Finlandia y Suecia, publicado por el British
Medical Journal, sostiene que compartir el día a día bajo el mismo techo reduce
el riesgo, en edades avanzadas, de sufrir deterioro cognitivo.
3. No siempre trae felicidad
Si la
separación se produce por las razones equivocadas, lo más probable es que cause
frustración en ambos y no felicidad inmediata. Se quiera o no, estos procesos
tienden a desembocar en crisis emocionales, familiares, personales y
financieras. Contrario a lo que se cree, a menudo la solución de los problemas
que
llevaron a la separación no se da en forma instantánea. A algunas personas, de
hecho, les toma más tiempo del esperado superar el desequilibrio en el que caen
tras la separación.
4. Por la prosperidad
Es
innegable que, en buena medida, las personas que viven casadas o emparejadas
tienden a ser más prósperas en su vida. De algún modo tienen más facilidades
para trazarse metas y tienden a ser más constantes en la consecución de esos
objetivos, cuando el otro lo anima a seguir adelante y se compromete a
apoyarlo. En general las separaciones truncan esos procesos.
5. Puede ser pasajero
Es
normal que las parejas pasen por períodos de crisis, pero también es común
encontrar matrimonios que logran superar estas etapas y alcanzar un estado de
equilibrio. En el estudio ¿Hacen los divorcios felices a las personas?. El 64
por ciento de los adultos que dijeron no ser felices con su vida en pareja,
pero no se separaron, años más tarde declararon sentirse plenos. "Lo que
hoy es incompatibilidad, mañana puede verse diferente".
6. Afecta fuertemente la crianza de los
hijos
Hay
que aclarar que la decisión de separarse involucra, esencialmente, a los
miembros de la pareja, incluso si hay hijos. Aquello de que "soporto este
matrimonio solo por el bienestar de los niños" es la vía equivocada. Eso
no quiere decir, sin embargo, que el impacto que el proceso pueda tener en el
futuro de los hijos no deba ser tenido en cuenta cuando una pareja está
decidiendo si se separa o no.
7. Más que una fase de la vida en
pareja
El
primer quiebre de las parejas se da cuando la fase del enamoramiento empieza a
decaer: "Es común, sobre todo entre los jóvenes, dejarse cegar por un
entusiasmo que a menudo está ligado al deseo sexual; en este estado ambos se
idealizan entre sí, a grado tal que los oye uno decir: 'Con él (o ella) voy a
ser feliz toda la vida'. El
problema es que confunden ese estado inicial con la esencia del matrimonio.
Cuando se dan cuenta de que el otro es un individuo con defectos se desilusionan
y no entienden que su unión está pasando a otra etapa, en la que también hay
amor". No pocas parejas sucumben en este punto. En estos casos se
recomienda la consejería.
8. Aclare sus dudas primero
Muchas
parejas se separan sin tener absoluta claridad sobre los motivos. Como en todo
proceso en la vida, es mejor tomar las decisiones después de tener toda la
información posible a la
mano. Si está pensado
en separarse, respóndase: ¿Está seguro de que no ama a su pareja? ¿Es realmente
insalvable la situación? ¿Tiene claro qué es lo que realmente le molesta del
otro, de la vida en pareja? Ante la crisis en la que están, ¿han hablado
abierta y tranquilamente sobre el tema? ¿Sabe cuáles serán para usted las
consecuencias emocionales y cómo las enfrentará?
Consejos para conservar la pasión,
aceptar y respetar al otro siempre
- Acercarse al otro todos los días.
- El reto es alimentar el amor y la aceptación por la
pareja estando en contacto con los sentimientos positivos que iniciaron la
relación: eso despierta la pasión y produce una satisfactoria vida sexual.
Compromiso con la relación.
- Conocer los objetivos vitales de cada uno y hacer
acuerdos sobre los proyectos en pareja. Tener un proyecto de vida que
involucre los sueños comunes y alimente los que son individuales.
En
momentos de crisis.
- Abrir posibilidades para resolver los problemas,
basados en el respeto y el diálogo. Enfocarse en lo positivo, en lo que sí hay, en lo
que permanece en la esencia de la relación. Escuche
desde el corazón.
Capacidad
de asombro y creatividad.
- Estar abiertos al cambio y al aprendizaje día a día. La rutina es nociva. Es
clave compartir
actividades enfocadas en el crecimiento mutuo y en la diversión. Comparta en espacios fuera del
hogar.
Sentido
de trascendencia.
- Es crear una vida interior
juntos, que alimente
el alma y sane el corazón, honrando sentimientos como la paciencia,
el perdón y el amor.
¿Cuándo
amerita decir adiós?
- Cuando la infidelidad de uno, del
otro o de los dos es persistente.
- Cuando las razones para mantenerse
juntos no pasan de ser económicas, materiales y por conveniencia.
Allí no hay amor.
- Cuando uno de los dos quiere irse.
- Cuando además de
sentimientos negativos ambos
manifiestan no tener nada en común, y ni siquiera vislumbran hacia
el futuro construir un proyecto juntos.
- Cuando hay abuso, maltrato y
violencia física o psicológica.
- Cuando hay odio y un interés
consciente o inconsciente de hacerle daño al otro.
- Cuando sentimientos negativos,
como la insatisfacción y el resentimiento permanentes hacia el otro permean toda
la vida de la pareja.
- Cuando uno le exige al otro
cambiar en forma extrema, dejar de ser el que era y convertirse en
otra persona para ajustarse a su ideal de pareja.
Testimonio
Como
un eterno noviazgo
Minerva
y Aldo se conocieron en 1985, cuando ambos estudiaban ingeniería forestal en
una universidad.
Dos
años más tarde se hicieron novios y en 1994 se casaron. Ya suman 23 años juntos
y se declaran felices y enamorados. Su secreto: la fascinación que no han dejado de sentir el uno por el
otro.
Aunque
suelen viajar y compartir con sus dos hijos adolescentes, nunca dejan de sentirse como un
par de novios. Por eso, eventualmente salen de rumba o de viaje solos
para no perder el encanto ni la intimidad de pareja.
También
procuran mantenerse bien
físicamente para que el atractivo no se pierda. "Mi esposa me sigue gustando como
el primer día", cuenta él. "Aldo es un gran esposo y un gran
padre, no dejo de admirarlo", dice ella.
Claro
está que no todo es color de rosa. En los momentos difíciles prefieren calmarse para dialogar
después con cabeza fría. Analizan la situación, descargan sus opiniones
y llegan a un acuerdo, siempre con una condición: no reincidir en el error y no
sacarlo a relucir en cualquier rabieta.
Otra
de sus claves consiste en planear las actividades y metas que esperan cumplir
durante el año, como pareja y como familia.
Hace
varios años, Minerva decidió
dejar parcialmente su profesión para dedicarse a sus dos hijos y a su esposo.
Ocasionalmente trabaja desde su casa y cree que eso también le ha servido para
edificar su hogar.
"El matrimonio debe entenderse
como una empresa, donde cada quien administra parte del negocio y debe
responder para que funcione", cuenta Minerva.
Esta
pareja concluye que el éxito de todo matrimonio está en saber combinar la emoción con la razón.