Con
fe eres un ser fuerte y seguro, sin fe eres una persona vulnerable y al vaivén
del destino.
La
fe es tu fuente de energía cuando el miedo ronda por tu mente y caminas en la
cuerda floja.
Por eso elige cada amanecer iniciar el día con
repetidos actos de fe. Ora y repite:
Creo,
puedo, valgo mucho, persevero; Tú eres mi ayuda, Señor; Dios mío en ti confío.
Nutre
tu fe con rituales que te lleguen, buenas lecturas, meditación, relajación y
todo lo que te de alientos.
Necesitas una fe firme que te acompañe cuando
todo se ve oscuro y piensas que estás en la sin salida.
Aférrate al Padre amado y encontrarás
reciedumbre y fortaleza para no sucumbir y persistir.
Así
lo viven tantos que llevan años en una cama o soportan una parálisis que les
inmoviliza el cuerpo, no el alma.
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