Del agudo pensador francés Voltaire es este
certero pensamiento: “Los
que creen que el dinero puede hacer cualquier cosa, terminan por hacer
cualquier cosa por dinero”.
Hay quienes se especializan en encontrar
razones para todo y así
pretenden justificar su conducta. Son como el reo reincidente que es
llevado al tribunal y allí el juez lo interroga:
¿Qué edad tiene usted?
Tengo veinticinco años, señoría.
Eso mismo viene usted diciendo desde hace diez
años.
Es
cierto, no soy de esos que hoy dicen una cosa y mañana otra.
El cuento puede ser gracioso pero en la
realidad es aberrante y desnuda los ardides del mentiroso. No hay que ser agorero para
pronosticarle a quien así actúa una vida de sobresaltos y penurias.
Y
tu reto y el mío es estar vigilantes y andar en la verdad sin excusas
peregrinas ni razones vacías.
La razón encuentra salidas inverosímiles
cuando uno quiere bautizar como limpio lo manchado. Pero, al final, los velos
se corren y se cosecha lo que se ha sembrado. Es una ley que nunca falla.
En
ninguno de sus sermones Jesús dio importancia al diezmo, para él no era
necesario.
En Mateo 23,23 recrimina a los líderes religiosos de su tiempo que andan
con el diezmo y no son misericordiosos.
Jesús solo dio un mandamiento: Ámense los unos
a los otros como yo los he amado. Juan 15,12
El diezmo era una norma judía como tantas
otras, por ejemplo, la circuncisión o tantos ritos de purificación.
En
absoluto es necesario diezmar para estar con Dios, para salvarse o para poder
prosperar.
Convertir el diezmo en algo necesario es una
buena estrategia para conseguir dinero, pero Jesús no pidió eso.
Es bueno compartir sobre todo
con los pobres y, si lo haces, es un buen gesto de amor.
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