¿Por
qué millones de jóvenes quieren ser Messi o James, pero pocos aspiran a ser el
próximo Nobel de Física? El periodista Andrés Oppenheimer, escritor
especialista en temas de innovación, dice que a América Latina le hace falta
trabajar por la calidad de la educación y, curiosamente, por la tolerancia al
fracaso.
¿Qué es para usted la innovación?
Innovar
consiste en inventar o reinventar nuevos productos o servicios que tengan algún
valor en el mercado, seguramente habrá definiciones académicas más
elaboradas, pero creo que lo importante para resaltar es que todos nosotros
reconocemos una innovación cuando la vemos, ya sea en un reloj, una
computadora, un juguete, una canción o en una receta de cocina.
¿Y qué ocurre en Latinoamérica par que andemos tan
rezagados en la materia?
Una
de las cinco claves de la innovación es la necesidad de crear una cultura de la
innovación. Lamentablemente, en muchos países nuestros, tenemos 10
millones de jóvenes que quieren ser el próximo Messi o James, pero no quieren
ser el próximo Premio Nobel de Física. Tenemos que admirar a los grandes innovadores para poder
generar nuevos innovadores de talla mundial.
La
segunda clave es la necesidad de crear una cultura de tolerancia social con el
fracaso individual, porque una de las cosas que más me llamaron la
atención cuando empecé a ir a Silicon Valley fue el respeto y la tolerancia al
fracaso, todos allí saben muy bien y tienen muy asumido que el éxito es el
último eslabón de una cadena de fracasos. En América Latina ocurre lo
contrario, condenamos el
fracaso y estigmatizamos y condenamos a los que fracasan en cualquier intento.
Lo que tenemos que hacer es lo que hace cualquier padre con un bebé cuando
comienza a caminar y se cae, nosotros no decimos: ¡qué horror, fracasó!, al
contrario, nos reímos y lo alentamos a seguir porque sabemos que ningún bebé empieza a caminar
sin tropezar. Lo mismo ocurre con la innovación y eso es lo que tenemos
que aprender.
¿Cómo podríamos aprender a tolerar el fracaso?
Hay varias formas en que otros países han logrado superar
esa cultura de condena al fracaso, por ejemplo con premios. Napoleón I en Francia ofrecía un premio
para quien inventara una forma de conservar la comida para que su ejército la
llevara durante varios meses y así nacieron las latas de sardinas y otros
productos; eso ayudaría no sólo incentivar la innovación, sino a incentivar una cultura de
admiración a los innovadores.
Lo
segundo es que los empresarios, periodistas, académicos y todos los que de
alguna forma generan opinión, hagan un esfuerzo mancomunado para resaltar la
labor y crear una cultura de adoración por los innovadores. Hoy no lo
estamos haciendo. Los periodistas dedicamos las primeras planas de los
periódicos para destacar el mejor gol del domingo, pero cuando un joven nuestro
crea algo nuevo y lo vende en un mercado internacional lo ponemos en la página
de los negocios o en la tapa de atrás de los periódicos.
¿Es necesario cambiar la forma de educación en Latinoamérica?
Sí,
creo que hay que cambiar la educación en general, enfatizando en la calidad de
la educación. Esa es otra de las claves con la innovación, porque en América
Latina no vamos a crear innovadores de la talla de Steve Jobs mientras sigamos
teniendo los niveles de calidad más bajos del mundo, mientras nuestros
jóvenes sigan en los últimos lugares de los test Pisa, mientras ninguna
universidad latinoamericana esté entre las 150 mejores del mundo en todos los
ranquin internacionales. Mientras
no mejoremos la calidad de nuestras escuelas y de nuestras universidades va a
ser muy difícil que estemos entre los países más innovadores del mundo.
Corea del Sur hace 50 años era más pobre que Colombia,
hoy produce 16.000 patentes de nuevos inventos internacionales por año. Toda
América Latina junta no llega a 1.600 patentes, eso da la pauta del desafío que
tenemos que enfrentar.
La
buena noticia es que tenemos gente muy talentosa que está triunfando en muchas
partes del mundo, el desafío es crear una cultura de educación de calidad, para
que los que hoy son ejemplos aislados se conviertan en muchísimos casos en
todos nuestros países.
¿Qué hay que hacer para que no haya brechas en la calidad
de la educación entre lo público y lo privado?
Uno
de los problemas que tenemos es que toda la innovación es hecha por las
universidades estatales. El problema es que están trabajando muy poco con el
sector privado, a diferencia de lo que ocurre en China, Europa y Estados
Unidos, donde la mayor parte del dinero que se invierte en investigación surge
del sector privado, que es el que sabe qué necesita el mercado. Hace falta una colaboración más
cercana y hace falta un sector privado más valiente, más arriesgado y más osado
que invierta más en investigación y desarrollo de nuevos productos.
El
problema no es que invirtamos poco, el problema es que invertimos mal en
educación, porque en América Latina hemos hecho un buen trabajo en
universalizar la educación, en ampliar los sectores a los que llega la
educación, pero hemos hecho un trabajo bastante malo en lograr que esa
educación sea de calidad y que los jóvenes estén capacitados en matemáticas,
ciencia, lenguaje y otras asignaturas como lo están los jóvenes asiáticos o
estadounidenses.
¿Por qué dice que internet es la base fundamental para el
desarrollo de la innovación en Latinoamérica?
La
internet es una herramienta democratizadora que puede ayudar a los
latinoamericanos a insertarse en la innovación a nivel mundial. Muchas
firmas en internet están permitiendo a muchos innovadores recaudar fondos para
sus proyectos en América Latina. Antes si un joven colombiano inventaba algo,
el banco se le reía en la cara, le decía: tú no tienes antecedentes, no tienes
colateral, vuelve cuando tengas una garantía. Hoy ya no es así, hay muchos sitios de crowdfounding como
kickstarter y otros donde un joven puede entrar, presentar su proyecto y
recaudar fondos. Hay muchas cosas que están pasando y que están
posibilitando que el enorme potencial que hay en un país como Colombia pueda
ser desarrollado como antes.
¿Qué ha hecho que Latinoamérica no sea una región de
innovadores?
Nuestros
líderes muchas veces han estado muy cómodos con las exportaciones de materias
primas en nuestros países. Reciben tanto dinero vendiendo materias
primas, que se quedaron de brazos cruzados, mientras que otros países que no
tienen ningunos recursos naturales como Singapur, Corea del Sur o Israel, se pusieron las pilas y hoy son
de los más innovadores del mundo.
Estamos viviendo en un mundo en que una sola empresa como Apple vale
más que el Producto Bruto de Argentina, Venezuela o Colombia. Creo que
tiene que ver con el hecho de que hemos vivido en la complacencia y el mundo
cambió, estamos viviendo en un mundo de la economía del conocimiento y tenemos
que cambiar por eso.
¿Es necesario crear un movimiento para incentivar la
innovación en la región?
Cada
uno en su país, a nivel regional, nacional e internacional tiene que innovar,
por eso el lema de nuestros países debe ser innovar o quedarse cada vez más
atrás. Para ponerlo en términos más dramáticos: crear o morir.
Colombia es un país cafetero, de una tasa de café que
tomas en un bar en un Starbucks de Estados Unidos, un 97% del precio que paga
el consumidor va a parar a todos lo que tiene que ver con la economía del
conocimiento, a la ingeniera genética, a la producción, al marketing, al
procesamiento. Sólo el 3%
va al actual productor, el que corta el café de la mata. Entonces
tenemos que decidir en qué parte de la ecuación queremos estar. Queremos estar
entre los países insertos en la economía mundial de la innovación que se queda
con el 97% del valor del café, o queremos seguir siendo los países que producen
la materia prima que se quedan con el 3% del valor.
¿Qué necesita una persona para innovar en su vida?
Ser
consciente de este nuevo mundo que estamos viviendo e inventar y reinventarse
constantemente, pero siempre admirar a los innovadores y respetar el fracaso,
para insertarnos mejor en esta economía del conocimiento.