Me
confieso un enamorado de Colombia. No se habla mejor español en el mundo. Y no
es preciso acudir a un colombiano de la clase alta y mejor cultivada para oír
la belleza de su lenguaje. El dominio y el donaire de la palabra están en todos
sus habitantes.
Colombia es una nación grande y rica, con dos tragedias que nunca terminan, el
narcotráfico y sus dos (2) variantes o expresiones armadas: las Bacrim (bandas
criminales), secuelas de las antiguas AUC (grupos paramilitares o de
"autodefensa) y los grupos guerrilleros (FARC y ELN). Quizás la tragedia sea sólo una con dos
caras diferentes de muerte y ruina. Sin la guerrilla no existirían otras bandas
y fuerzas paramilitares que enredan aún más el drama.
Colombia es una nación
injustamente desprestigiada. Cierto es que la inmensa red del
narcotráfico usa a decenas de miles de inmigrantes naturales para extender el
terrible negocio de la droga. Pero otras decenas de miles de colombianos, que nada tienen que ver con
las grandes empresas de la muerte, son tratados y recibidos como si
fueran delincuentes.
Colombia, que es una de las
naciones más acogedoras, hospitalarias y cultas de América, es un
país que ha asumido su soledad. Me pregunto –y me respondo- si todo el esfuerzo
económico y humano que se ha empleado en Irak no hubiese tenido más
justificación en Colombia, Colombia no se merece sufrir lo que está
padeciendo.
La guerrilla que así misma se autodenomina
"revolucionaria" (?), las llamadas FARC, ese ejército comandado por
"virtuosos asesinos", ocupa una buena parte de su territorio.
El Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos le ha asestado
golpes muy fuertes a estos facinerosos, que a nombre de la "revolución"
cada día agreden al pueblo colombiano, que no ha contado con el apoyo ni la
solidaridad de los gobiernos de otras naciones, que observan impávidos como se
masacra a la población impunemente. Pero nadie en el mundo occidental ha reaccionado. Colombia no es tratada como una democracia
más, sino como un sistema distinto.
Está sola y hemos dejado solos a
millones de colombianos pacíficos, honestos, y
trabajadores. ¿Por qué contra Sadam Husein y no contra Cano y su
ejército de criminales?. Una considerable
proporción de los llamados “guerrilleros” no saben ni para qué luchan.
Un sistema perverso y estalinista los ha hecho presas de su
crueldad y ha logrado desprestigiar una patria noble y ansiosa de llegar a la
paz. Cierto es que el nuevo mandatario
de los colombianos, Juan Manuel Santos, ha querido abrir la puerta para un eventual diálogo con
estos asesinos crueles, en aras de encontrar un cese a este conflicto
interminable, pero la realidad es que no hay diálogo posible con la arrogancia
que deriva del fusil, el
coche-bomba y el dinero de la cocaína.
Los terroristas tienen que sentir que el Estado los va a
derrotar, América Latina y el mundo deberían unir sus voces de rechazo a estos
astutos y desalmados criminales que desangran a un país que ha resistido con
valentía y dignidad el embate del terrorismo más infame y cruel. Son muchos los años que han transcurrido y
el Estado colombiano no parece capacitado para terminar con el terrorismo, que
allí no es grupo sino ejército, con un potencial extraordinario y el apoyo
constante del gran negocio por el cual Colombia se ve desprestigiada, los
países consumidores agachan la cabeza y señalan, cuando son ellos los culpables
por ser quienes ponen los capitales y los consumidores.
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