La
felicidad no existe en sí misma, es etérea.
No
se atrapa y no se queda, siempre se evapora.
La
felicidad consiste en su búsqueda.
Ella no es más que su camino y nunca el destino.
Nunca es absoluta ni universal.
Nunca permanece, siempre se transforma.
A
veces es un deseo y otras un recuerdo.
Pocas veces es una realidad.
La felicidad es un viaje con paradas en la decepción.
Es complicada como un rompecabezas de mil piezas.
Y frágil como una pompa de jabón.
La
felicidad es dulce cuando no es amarga.
Es gratis cuando no se paga.
Y
cara cuando tiene un precio.
La
felicidad viaja a pie.
Y rara vez visita a la pobreza extrema y a la enfermedad.
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