Que raro en la lista de los hombres más ricos del planeta no aparezco yo.
Aparecen, el sultán de Brunei, que tiene una fortuna estimada en 37 mil millones de dólares, la Reina Isabel de Inglaterra, con 11 mil millones de dólares; el mexicano Carlos Slim con 2 mil. Sin embargo a mí no me mencionan en la revista. Y yo soy un hombre rico, inmensamente rico.
Tengo vida y salud, que conservo no sé cómo. Tengo una familia: esposa adorable que al entregarme su vida me dio lo mejor de la mía; dos hijas maravillosas de quienes no he recibido sino felicidad. Tengo padres, hermanos y hermanas y amigos. Tengo gente que me ama a pesar de mis defectos, y a la que yo amo con sinceridad a pesar de mis defectos.
Tengo lectores a los que cada día les doy gracias porque leen lo que yo escribo, o lo que tomo de otros que escriben mejor que yo (como este artículo), o lo que otros buenos amigos me mandan y aquí se publica para que lo disfruten y aprendan como yo algo nuevo cada día.
Tengo una casa y muchos sitos a donde ir.
Poseo un pedazo del mundo en la forma de un huerto que cada año me da guayabas, limones, cilantro, tomates, fresas, etc.
Por ahora tengo un loro australiano que me acompaña, pero mi sueño es tener un perro que no se vaya a dormir hasta que yo llegue, y que me reciba como si fuera yo el dueño de la tierra.
Tengo ojos que ven y oídos que oyen; pies que caminan y manos que acarician; cerebro que piensa cosas que a otros ya se les habían ocurrido, pero que a mí no se me habían ocurrido nunca.
Soy dueño del presente, de muchas alegrías para disfrutar y de penas para solidarizarme con los que sufren. Y tengo fe en un Dios bueno que guarda para mí lo mejor.
¿Puede haber mayores riquezas que las mías?
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