La sal, el
hielo, el té, flores y hasta los colores tuvieron una gran importancia
económica y cultural, que hicieron que su valor adquisitivo fuera mucho
mayor que el del oro.
La venta de las especias estuvo monopolizada por los árabes por
siglos, lo que inspiró a los exploradores europeos (como Colón y Magallanes) a
buscar nuevas rutas para llegar a Asia. El costo de la canela, la pimienta, y más tarde la nuez
moscada, también superaron al precio del oro.
Debido a la dificultad que implicaba
su extracción y transporte, la sal se
utilizó en la Antigüedad como moneda de cambio (principalmente para
comprar esclavos), fue considerada tan valiosa como el oro o los libros y marcó
la diferencia en varias guerras.
A pesar de ser muy abundante, la
dificultad para separar el aluminio de las
sustancias con que se le encuentra en su estado natural provocó que costara más
que el oro en el siglo XIX. Como muestra, en 1850 un lingote costaba el
equivalente a 15 mil dólares contra 7 en 1900.
El
té,
originario de China, se introdujo a Europa durante el
siglo XVII. En Inglaterra alcanzó su máximo valor, llegando a costar el
equivalente a nueve meses de salario, y sirvió como protagonista del Motín del
Té de Boston, antecedente de la Independencia de Estados Unidos.
Los
Tulipanes tuvieron tanto valor en Holanda
durante el siglo XVII que varios se fueron a la quiebra con la Tulipomanía, en
que el precio de un bulbo equivalía al de varias cabezas de ganado, más de mil
libras de queso y hasta carruajes.
Antes de que el proceso de
refrigeración fuera perfeccionado, el hielo debía
extraerse y transportarse desde lugares lejanos, lo cual elevaba
extremadamente su precio.
Durante la Edad Media y el
Renacimiento, el
color azul se
obtenía de la gema lapislázuli. En esa época se usó como colorante para
lo ropa de la nobleza, así como en varias obras de arte, como ‘La joven con el
arete de perla’.
El
color rojo se
obtenía de la cochinilla, un insecto aprovechado por mayas y
aztecas, que fue el segundo producto más explotado en Nueva España, después de
la plata. Sería hasta mediados del siglo XIX cuando surgió la producción
sintética de colorantes.
Las
rocas volcánicas fueron
muy valoradas durante la época prehispánica. Los
mesoamericanos no tenían una única moneda circulante, pero sólo las clases
altas tenían acceso a estas.
Además de aprovecharse su carne y
piel, las plumas de avestruz se
elevaron exageradamente durante el siglo XIX, cuando se les usó para elaborar
plumeros y adornar sombreros. El precio descendió tras la Primera Guerra
Mundial.
El
precio de los libros ha variado considerablemente en distintas
épocas históricas, pero existen registros que indican
que durante la Edad Media, en Bizancio y el Medio Oriente, un libro copiado a
mano podía costar el equivalente al salario de entre uno a tres años.
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