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MADAGASCAR

  

Esperando llegar a una África de película o de libro, te encuentras con un país que sí,  pertenece a este continente, pero que en realidad no lo es tanto. Es una África “light”, lo que no es mejor ni peor, es simplemente diferente.

Antananarivo (Tana, como la llaman los malgaches) es la capital de la República de Madagascar. Se encuentra prácticamente en el centro geográfico del país y es el único lugar en el que puedes hacer un poco de turismo cultural: visitar el Palacio de la Reina o el Museo de Historia, que están en lo mas alto de una colina y hay siete, siete como los metros bajos tierra a los que deben estar enterrados sus muertos. La ciudad es un sube y baja continuo, los interminables tramos de escaleras hacen resquebrajar tus piernas pero te apetece ver más y continuas andando. Te pierdes por los mercados en busca de algo que merezca la pena, esquivas los muchos automóviles y motocicletas… Un caos que parece organizado te absorbe, te desorienta, intentas subir la mirada incrustada en tu espacio vital para ver la arquitectura. No tiene un sentido establecido, la casa que aguanta el paso de los años sigue ahí, habitada, la que no ha podido aguantar también sigue ahí, habitada y reconstruida de un modo ortodoxo.

La vida bulle desde el amanecer hasta el anochecer, la compra y la venta te persigue por todas las esquinas, las aceras son para eso, para el comercio, no para los peatones. Montas en un taxi-brousse y si paras por cualquier motivo te venden, golpean las ventanillas para ofrecerte empanadillas, bananas, dulces, pescado o cangrejos de río.

Hay días en que el sol brilla más en otra parte
Madagascar es natural porque el principal recurso turístico del país es la naturaleza, los múltiples parques nacionales, las reservas de lemures (el único lugar del planeta dónde puedes encontrar estos animales tan simpáticos en su hábitat salvaje), los bosques de baobabs (existen nueve clases y ocho de ellas están en Madagascar), las playas salvajes de arena blanca y aguas turquesas, las montañas repletas de bambú en Ranomafana y la muralla de piedras  jurásicas de Isalo. A ello se suma su terrorífica fauna: el camaleón, el bicho palo gigante, las serpientes, el fosa, el cocodrilo, las ranas multicolor, el escarabajo cuello largo, el tejedor, los sifakas y lemures, los gecos, los murciélagos, las tortugas, las ratas gigantes, la vanga, la carraca…

Es cierto que los paisajes son alucinantes y cambian cada 100 kilómetros, del desierto más desolador a los arrozales que desbordan los valles entre montañas, de la playa tropical abrasadora a los ríos furiosos y salvajes.

Por otro lado, las comunicaciones entre los pueblos son horribles, las carreteras, excepto la que baja desde Tana hasta Toliara, al suroeste de la isla, están desastrosas por culpa de los baches, los desvíos y los cortes. Hacer 700 kilómetros cuesta 22 horas y sin parar nada mas que 30 minutos para orinar y comer. Todo esto merece la pena porque lo compartes con ellos, con el otro recurso turístico, el humano. La población malgache es extraordinaria, es exclusiva, es pacífica, es abierta. Tardan poco tiempo en conocerte, no tienen maldad en sus venas, viven tranquilos y lo agradecen todo con la sonrisa, caen bien. Los niños se lanzan a ti y hay infinidad. Salen de cualquier rincón o arbusto, la magia de sus grandes ojos inocentes te hace vibrar y lo mejor es que para conseguir esto solo debes acercarte a una escuela o a un poblado, no es necesario nada material.

Lo que no te puedes perder
Hacer el trayecto en tren desde Fianarantsoa hasta Manakara, atravesando montañas, valles y pueblos que sólo tienen ese medio de comunicación. Es el único tren de pasajeros en todo el país.
Visitar el parque Nacional de Isalo. Una muralla natural de roca porosa en medio del desierto delimita el parque Nacional, el cañón de los Makis (lemures de cola anillada) y el de las ratas. También hay que hacer la marcha de hora y media hasta el paraíso, una piscina natural.
Pasar un domingo en la ciudad de Fianarantsoa y ver el espectáculo que ofrecen las peleas de gallos.
Alquilar una moto o moverse en taxi para llegar hasta la avenida de los Baobabs en Morondava: árboles milenarios con leyenda propia.

Compartir horas y horas con Malgaches en un taxi-brousse (compartido), es una experiencia difícil por la incomodidad de esta clase de transporte pero enriquecedora por la compañía.

Pasar unos días de relax en algún bungalow de las playas naturales de Manguili o Ifaty. Aquí también puedes pasar las horas buceando y observando el arrecife de coral, pasearte por el bosque de los baobabs o comprar a los pescadores locales pescado fresco y hacerlo a fuego lento debajo de alguna palmera.

Qué comer
La comida malgache se basa en el arroz, una familia puede consumir hasta 50 kilos de arroz al mes. El desayuno, la comida y la cena siempre es arroz acompañado de algún pescado frito, pollo o carne de cebú (animal parecido a la vaca pero con una joroba).

Durante las comidas y cenas es normal beber un vaso o dos del agua sobrante de la cocción del arroz. Los jugos de frutas (mango, plátano…) se beben en cualquier momento, se sirven en puestos callejeros pero no es aconsejable tomarlos porque los hacen con agua no tratada.

Está muy extendido el consumo de Ron Malgache, se puede tomar sólo o mezclado con limón, frambuesa, etc.

Para el turista más escrupuloso será mejor sentarse en los restaurantes de los hoteles y degustar platos como: chuleta de cebú, gambas rebozadas, brochetas de mero, camarones, cocodrilo, langosta, carpaccio…

Cómo desplazarse
Los desplazamientos entre ciudades es lo más complicado. Es muy aconsejable alquilar una furgoneta o un todo terreno entre varias personas, porque otra opción es moverse en los taxi-brusses y dejaría el planning del viaje en manos divinas. Estas mini furgonetas no tienen hora de salida ni de llegada, salen cuando se llenan y llegan si no has tenido ninguna avería.

Si quieres desplazarte en bicicleta se puede, pero aconsejo tener una buena preparación, un buen equipo y muchas ganas. Moverte por las carreteras de Madagascar en moto es una pasada, aunque hay que evitar las zonas de costa y de manglares durante la noche, porque millones de mosquitos se cruzarán en tu camino.

Muchos turistas vuelan con Air Madagascar entre ciudades del interior, es buena idea si quieres aprovechar el tiempo, pero es caro y se debe reservar la plaza con mucha antelación porque las agencias que realizan los tours copan los vuelos.

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