Los
cometas han aterrorizado durante siglos a la humanidad. De cuando en cuando, y
sin razón aparente, surgía uno en los cielos. Su forma era distinta de la de
los demás cuerpos celestes, su contorno no era nítido sino borroso y exhibía
una tenue cola que parecía manar de él. Las imaginaciones más
calenturientas veían en esa cola el cabello desordenado de una mujer abatida
por el dolor (la palabra "cometa" viene de otra latina que significa
"cabello") y,
según se decía, presagiaban desastres.
En el siglo XVIII se averiguó por fin que algunos cometas
seguían órbitas regulares alrededor del Sol, pero en general muy alargadas. En
el extremo más remoto de su órbita resultaban invisibles, dejándose ver
solamente en el más cercano, que
frecuentaban una vez cada doce o cien o mil años.
El astrónomo holandés Jan H. Oort sugirió en 1950 la
existencia de una gran nube de quizá miles de millones de planetoides que
giraban alrededor del Sol a un año luz o más de distancia. Tendrían más de un
millar de veces la distancia al Sol de Plutón, el planeta más lejano y, pese a
su número, serían completamente invisibles. De cuando en cuando, debido quizá a la atracción
gravitatoria de las estrellas más próximas, alguno de ellos vería frenado su
movimiento orbital y comenzaría a precipitarse hacia el Sol. Y una de
esas veces podría ocurrir que el planetoide penetrara con bastante profundidad
en el interior del sistema solar y virase alrededor del Sol a una distancia
mínima de unos cuantos millones de kilómetros. De ahí en adelante conservaría
la nueva órbita y constituiría la clase de objeto que nosotros llamamos cometa.
Más o menos por entonces, el astrónomo norteamericano
Fred L. Whipple conjeturó que
los cometas estaban compuestos principalmente por sustancias de bajo punto de
ebullición como el amoníaco y el metano, incluyendo en su interior
granos de material rocoso. En esa nube de cometas, tan alejada del Sol, el
amoníaco, el metano y otras sustancias estarían congelados en duro "hielo".
La
estructura gélida de los cometas es estable en ese reducto exterior;
pero ¿qué ocurre cuando uno de ellos decelera y se acerca al Sol? Al entrar en
las regiones interiores del sistema solar, el calor cada vez mayor que recibe
del Sol hace que sus
hielos comiencen a evaporarse. Las partículas rocosas atrapadas en la
capa de hielo superficial quedan libres. El resultado es que el núcleo del
cometa queda rodeado por una nube de polvo y vapor, que se espesa a medida que
se acerca al Sol.
Por otro lado tenemos el viento solar, que es una nube de partículas
subatómicas que emerge del Sol en todas las direcciones. El viento solar
ejerce una fuerza que es superior a la diminuta atracción gravitatoria del
cometa. Por tanto, ese
viento solar empujará a la nube de polvo y vapor del cometa, alejándola del Sol.
A medida que el cometa se aproxima al Sol, el viento solar arrecia y esa nube
de polvo y vapor se estira en una larga cola que huye del Sol. La cola es tanto
más larga cuanto más próximo se halle el cometa al Sol; pero lo cierto es que
siempre está compuesta de materia muy dispersa.
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