EL FIN DE INTERNET

Veinte años después de su llegada a la vida pública, internet vive su momento más crucial; está en riesgo su existencia —libre y campante— como la conocemos hoy.

A medida que aumenta el número de conexiones y casi todas las esferas de la vida humana dependen de la red, acechan poderosas fuerzas del mal, tal como lo advierte Vint Cerf, uno de los padres de internet.

Gracias a la existencia de internet, Google, Twitter, Facebook, Skype, Netflix, Spotify y tantos otros, se propició un cambio cultural tan decisivo como la invención de la escritura hace cinco mil años.

Hoy en día los más grandes enemigos de la libertad de internet son los estados: China, Rusia y Arabia Saudita han sido los tradicionales censores de la web. Sin embargo, la conmoción internacional a raíz de las filtraciones del contratista de la CIA Edward Snowden puede cambiar para mal la tradicional posición del gobierno de Estados Unidos respecto de la libertad en internet, lo que sería fatal. Hoy en día en ese país, en bien de la web, conviven pacíficamente la Secretaría de Comercio y la Icann, que asigna sin interferencia estatal los nombres de dominio, conocidos como direcciones IP.

El temible Putin, seguro de su capacidad de manipular con éxito a muchos países del tercer mundo, pretende que en el seno de la Unión Internacional de Comunicaciones (UIT) se decida la gobernanza de internet. En ese organismo, el lobo, disfrazado de algo peor, puede lograr, con la ayuda del populismo internacional, darle un golpe mortal a la libertad en internet. (¡Internautas del mundo, uníos!). Afortunadamente la posición del gobierno colombiano en los foros internacionales sobre la materia ha sido la de oponerse al control estatal sobre la web.

Por el lado de los operadores también pueden llegar nubes negras. Según la BBC, la Asociación Europea de Redes de Operadoras de Telecomunicaciones, que representa a multinacionales como Telefónica, Orange y Deutsche Telekom, está impulsando un modelo para cobrar transmisiones de video a través de internet.

¡Qué paradoja! Al terminar este artículo y tratar de enviarlo al editor, me enfrento a la realidad de que padezco un servicio caro y malo, que me roba la velocidad que promete