Informa el diario turco Sabah de la turca que ha dado a luz unos gemelos cada uno de los cuales de un padre diferente.
Ocurre que la mujer en cuestión mantuvo relaciones el mismo día con su marido y con su amante, de resultas de las cuales, por un fenómeno extraño aunque ya reportado en alguna ocasión, quedó embarazada de los dos hombres al tiempo. La noticia es llamativa “per se”. Yo, sin embargo, no quiero detenerme en el titular, sino más bien en las circunstancias que la han rodeado, no menos llamativas.
Ocurre, en primer lugar, que con la persona a la que la buena turca quería unirse, aquélla que le hace uno de los gemelos, no pudo casarse por serle impuesto el matrimonio con un hombre diferente, el que le hace el otro gemelo.
En segundo lugar, cuando gracias a la prueba de ADN se supo de la inverosímil paternidad de los gemelos, la decisión del juez no sólo consistió en retirarle a la madre la custodia del hijo que era de su marido otorgándosela a él, sino también la del que no lo era, enviado a una inclusa.
En tercer lugar, y para proveer a la seguridad de la interfecta, el juez se ve obligado a dictar varias órdenes de alejamiento. La primera, a la familia de su marido... hasta ahí, vaya. La segunda... ¡a su propia familia! Lo que aún ha de considerarse como una deferencia relacionada con el hecho de haber sucedido el caso en Turquía, porque de haber ocurrido en otros países islámicos, la mujer, convicta del delito de adulterio, más que protegida habría sido castigada, según el caso, a cien azotes o a muerte por lapidación.
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