La
Confesión es el sacramento administrado por la Iglesia Católica mediante el
cual los cristianos reciben el perdón de Dios por sus pecados.
La tradición de la Iglesia toma normalmente la
afirmación de los apóstoles de Jesús, según la cual Éste les había dado poder
para perdonar los pecados en nombre de Dios. Los sucesores de los apóstoles
escribieron que éstos les habían transmitido dicha facultad. Como mayor
referencia, se lee en el Evangelio según san Juan: A quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Juan 20,
23
Asimismo, reafirma este mandato con el pasaje
del noveno capítulo del Evangelio según san Mateo: Pues para que sepáis que el
Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados dice entonces al
paralítico: «Levántate,
toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto,
la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres. Mateo
9, 6-7
La confesión misma también está indicada en la
Epístola de Santiago, en su capítulo 5: Confesaos, pues, mutuamente
vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados.
La oración ferviente del
justo tiene mucho poder. Santiago 5, 16
Además es sabido, por el libro de los Hechos
de los Apóstoles, que la Confesión de los pecados era una práctica habitual en la Iglesia primitiva,
por lo menos en su forma pública.
En el protestantismo se niegan a la necesidad de un ministro para el
perdón de los pecados, para ellos el perdón se solicita directamente a Dios.
Además de los textos referidos, se descubre en
el Nuevo Testamento además una constante llamada a la conversión y a la
corrección. Se recomiendan las prácticas penitenciales tradicionales que se practican hasta el día de hoy, especialmente la oración, el ayuno y la
limosna.
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