Al transitar por las décadas, nos encontramos con muchas situaciones desagradables que son así, y que no pueden ser de otro modo. Tenemos opciones: podemos aceptarlas como inevitables o podemos destrozar nuestras vidas en la rebelión, y terminar tal vez con los nervios deshechos.
El filósofo William James dice: “acepta que sea así. La aceptación de lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia”. No sólo las circunstancias nos hacen felices o infelices - lo que determina nuestro modo de sentir es nuestra reacción ante las circunstancias.
Toda persona puede soportar el desastre y la tragedia, e imponerse si está obligado a ellos. Cabe considerarse incapaz de hacerlo, pero son sorprendentes los recursos interiores que todos tenemos; sólo se precisa que queramos utilizarlos. Somos más fuertes de lo que pensamos.
El señor Booth Tarkington perdió la vista por completo prácticamente de la noche a la mañana. A pesar de su desgracia, dijo: comprendo que puedo soportar mi ceguera como puede soportar un hombre cualquier otra cosa, aunque perdiera la vista sé que mi alma es la que ve y la que vive.
Tarkington se sometió a doce operaciones en un año, ¡con anestesia local! El sabía que tenía que ser así, por lo que el único modo de disminuir el sufrimiento era tomar las cosas de buena forma y esperar a que la tecnología hiciera lo más posible por él.
Cuando dejamos de luchar con lo inevitable, dejamos en libertad la energía que nos permite crearnos una vida más rica.
Para acabar con el hábito de la preocupación antes de que ésta acabe con nosotros, la regla número cuatro es: cooperemos con lo inevitable.
Póngale un “tope de pérdida” a las preocupaciones
Siempre que tenga la tentación de dar dinero bueno a cambio de dinero malo, en función de la vida humana, haga un alto y pregúntese:
¿En qué medida verdaderamente me importa aquello por lo que está preocupado?
¿En qué punto fijaré un “tope de pérdida” para esta preocupación...y olvidaré el asunto?
¿Cuánto exactamente pagaré por esta preocupación? ¿con mi salud, con mi felicidad, con mis relaciones Inter.-personales? ¿No he pagado ya por esta preocupación más de lo que vale?.
La regla número cinco es: póngale un límite a su preocupación.
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