Según una teoría de aerodinámica, demostrada en pruebas realizadas en el túnel de viento, el abejorro es incapaz de volar.
Debido al tamaño, peso y forma de su cuerpo en relación con la envergadura de las alas desplegadas, el volar es científicamente imposible para él. El abejorro, ignorando esta teoría científica va y vuela de cualquier manera y hace miel todos los días.
Esta estructura mental permite a una persona comenzar cada día con una disposición positiva, como el ascensorista el lunes por la mañana. El elevador estaba lleno y el hombre tarareaba una tonada. Un pasajero irritado por el ánimo del hombre le espetó: «¿Por qué está tan feliz?» «Bueno, señor», replicó el hombre alegremente, «¡Yo nunca he vivido este día antes!»
Cuando le preguntaron a Frank Lloyd Wright, a la edad de 83 años, a cuál de sus trabajos consideraría como su obra de arte, contestó: «Al próximo».
El futuro no solamente parece brillante cuando la actitud es correcta, sino que también el presente es mucho más placentero. La persona positiva entiende que el viaje es tan agradable como el lugar de destino.
¿Por qué vuela entonces el abejorro? ¿Milagro? ¿Terquedad del abejorro? O será el milagro de la terquedad. Menos mal que el abejorro no sabe nada de aerodinámica, porque si no se quedaría pensando y diciendo yo realmente no tengo condiciones para volar. Pero en su ignorancia vuela por terquedad o por milagro.
Lo importante es pensar en cuantas veces nos hemos quedado como seres humanos sin comenzar algo, porque otros nos dijeron que no se podía. Vale la pena ser el objeto de la terquedad de un milagro.
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