En el budismo se habla de tres fuegos que causan dolor, tres raíces del 'mal' o tormentos. También se les llama akusala-mula. La metáfora de Los tres fuegos se usa para mostrar que ellos queman y son la fuente del sufrimiento o Dukkha.
Son éstos:
1. La ignorancia o ilusión, moha. En otras palabras, el ego y sus delirios. Se simboliza con un jabalí o un cerdo.
2. El apego o aferramiento, lobha. Se simboliza con un gallo.
3 La ira u odio, dvesa. Se representa con una serpiente.
Estas pasiones son una energía que intensifica los conflictos y atiza la infelicidad y la insatisfacción. De ellos nacen otros males como vanidad, celos, hostilidad, pereza, obstinación, preocupación y miedo. Tu trabajo espiritual es dar lo mejor para manejar esas emociones, evitar su represión o reacción y lograr la transformación. Espiritualidad es controlar esos tres fuegos, porque tienen graves consecuencias. ¿Quieres apagarlos? ¿Cuándo empiezas?
Dukkha en el idioma pali de la India significa descontento, insatisfacción o sufrimiento que te impiden ser feliz. Buda dijo alguna vez que dukkha es estar con alguien que no te gusta y no estar con alguien que te gusta.
Se suele traducir como sufrimiento, pero acaso es mejor hablar de descontento o insatisfacción. Casi siempre sufres sin tregua por no aceptar a los demás y los hechos tal como son. Sufres, porque sigues los dictados del ego, en lugar de aceptar todo con un amor sereno como lo vivió Jesús. Sobre todo, sufres por los apegos cuando tu reto es aceptar la impermanencia de todo. Todo es prestado. No sufres si dejas de creer que lo que sucede es injusto.
La verdad es que todo pasa como tiene que pasar. Si vives con Dios en el amor, acaso tengas dolor, pero no vuelves a sufrir, a angustiarte y perder la paz del alma.
Lo cierto es que cierta cuota de dolor es un ingrediente de la vida y no siempre se puede evitar. El que sí puedes evitar siempre es el sufrimiento, que es mental y opcional.
El sufrimiento es dolor sin amor, es dolor sin aceptación. El sufrimiento es resistencia a la realidad. Cuando el dolor nos tritura y el mal nos oprime, dudamos de Dios como lo expresa el salmo 13: "¿hasta cuándo,Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo sentiré angustia en mi alma y tristeza en mi corazón, día tras día?".
Ese drama nace de una fe en la que todo es voluntad divina y esa fe algún día se desmorona como un árbol podrido. Por tanto, ve a Dios de otra manera y acepta que Él puso la vida y la muerte en nuestras manos. Cree en un plan de vida trazado antes de encarnar, que incluye exigentes aprendizajes.
Por eso, Jesús afrontó duras pruebas y murió en una cruz sin que Dios interviniera para salvarlo, porque eso estaba en su misión. Confía en un Dios que nunca te deja. Cree que con fe y paciencia puedes asumir lo que sea y salir adelante.
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