Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor.
Las lágrimas son la sangre del alma.
Porque ninguna lágrima rescata nunca el mundo que se pierde ni el sueño que se desvanece.
A veces no nos dan a escoger entre las lágrimas y la risa, sino sólo entre las lágrimas, y entonces hay que saberse decidir por las más hermosas.
Dos especies de lágrimas tienen los ojos de la mujer: de verdadero dolor y de despecho.
Cada lágrima enseña a los mortales una verdad.
Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar.
Desprecia al hombre orgulloso que se avergüence de verter lágrimas.
Si lloras de alegría, no seques tus lágrimas: las robas al dolor.
El ojo ve bien a Dios solamente a través de las lágrimas.
Toda lágrima enseña a los mortales una verdad.
Las lágrimas son inútiles, a menos que esté el marido presente para verlas derramar.
Después de la propia sangre, lo mejor que el hombre puede dar de sí mismo es una lágrima.
No sé yo que haya en el mundo palabras tan eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas.
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