La tarde enmudeció las horas
que mueren en el reloj olvidado
del tiempo que me toca vivir...
La tarde se llevó tus besos,
cuando aliviaban esta boca sedienta
que, día a día, alimenta mi alma enamorada...
La tarde quiso dejarme sin tú presencia
sedando mis ojos y mis sentidos
antes que la luz del alba llegara...
La tarde que había sido consejera de luna,
cambio su dulce rostro por uno hostil
que cubre nuestros corazones de nubarrones grises...
La tarde ya no me llama por mí nombre
sabe que me asusta la idea
de ser una desconocida para tí...
La tarde funciona libre,
pero a mí no me deja volar
donde sabe que podría ser completamente dichosa...
La tarde es dueña de los horizontes,
esos que se tiñen de cálidas pinceladas
fingiendo ser calma en los corazones que empiezan...
La tarde, aunque astuta,
no sabe nuestro secreto
ese que tú y yo forjamos a cada instante...
...¡¡¡La tarde envídia nuestra historia,
porque es perfecta tesoro mío!!!...
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