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VIAJAR AL GLACIAR PERITO MORENO



 
Dicen en Argentina que cuando el cauquén colorado, un ave monógama de la Patagonia, fallece y deja a su macho, él no soporta la soledad y se muere de amor.

Pero cuando es el macho el que se va primero, la hembra no se aflige y busca a otro para seguir viviendo. Bien hace ella en querer rehacer su vida, porque no tiene sentido morir si uno puede sobrevolar a diario El Calafate.

El Calafate es una ciudad tan pequeña que a lo lejos parece un campamento, y tan pacífica como las aguas del lago Argentino, que baña uno de sus costados.

Está construida sobre la falda de una montaña rodeada por algunos picos de la cordillera de los Andes, acomodados allí como por la mano de un experto paisajista. Agua, cerros, hielo y aire fresco se mezclan para crear uno de los parajes más impresionantes de Suramérica.

Es la capital de los glaciares. Por eso llegan turistas de todo el mundo buscando el Perito Moreno, el más famoso. No es el único que se deja ver cerca de allí.

También están los glaciares Viedma, Upsala y Spegazzini, así como sus fragmentos, que al desprenderse se vuelven témpanos que comienzan un recorrido errático por los lagos, hasta que el sol los derrite.

Otro plan en la ciudad es llegar a algunas de sus colinas aledañas para caminar sobre la nieve y ver cóndores, zorros al acecho y, de paso, conejos huyendo.

A pocos kilómetros del fin del mundo, este es un lugar que ayuda a engañar la mente para imaginar que se está en la Antártica. Y como desde allí casi todo queda al norte, el descanso y sobre todo la vida están siempre a punto de comenzar.

Un día es suficiente para ver tres de los más grandes glaciares del mundo.
Con el Perito Moreno al frente, no pude sino pensar en aquel poema de Jaime Sabines llamado Me encanta Dios: "mueve una mano y hace el mar, mueve otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento".

Y podría decirse que del aliento de Dios también han salido los glaciares de La Patagonia.

Habíamos abordado un catamarán en Punta Bandera para ver algunos de ellos durante un recorrido por el lago Argentino. Y desde la proa de esa embarcación pudimos comprobar que la belleza de estas montañas de hielo es impresionante, desbordante.

El trayecto comenzó con un frío extremo, arropado por un amanecer de colores ardientes, tan fuertes como el azul profundo de los cientos de témpanos que flotaban en el agua. Estos viajan eternamente sobre el lago, luego de desprenderse de las paredes de los glaciares por el calentamiento, el mismo impacto climático que los ha derretido hasta hacerlos retroceder algo más de 35 metros en los últimos 10 años, según la ONU.

Hay una decena, como el Viedma, que alberga cavernas heladas por las que se puede caminar. Pero el más grande a la vista es el glaciar Upsala, con casi 500 kilómetros cuadrados y paredes que alcanzan los 80 metros de altura. El más alto se llama Spegazzini, con una 'fachada' de 135 metros.

Y el más famoso es el Perito Moreno. No es obligatorio llegar a él en barco. También es posible visitarlo por tierra y caminando por pasarelas que lo exhiben de palmo a palmo.

Todos son los 'hijos consentidos' de la gente de El Calafate, la ciudad insular más cercana a ellos y donde sus habitantes viven para el turismo masivo que llega a visitarlos, mayoritariamente desde Europa y Asia. Dicen que la mejor época para recorrerlos es el verano, entre diciembre y marzo. Pero la verdad es que así llueva o truene, nunca pierden su resplandor.

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