Cuando te sientes en el infierno, cuando tu fe se debilita y tu alma está sin fuerzas debes recordar que eres más, eres mucho más.
Eres un luchador, eres un caminante que puede seguir avanzando, eres un sembrador que vuelve a cultivar cuando se pierde la cosecha.
Eres un ser con energías ocultas y con talentos por estrenar, eres el atleta que está preparado para perder muchas veces antes de ganar.
No te dejes subyugar por los problemas, confía en Dios, en ti mismo y en el poder siempre triunfante de la vida.
Ese poder de dos células microscópicas que se unieron y dieron origen al milagro más grande del mundo: un ser humano, tú.
Naciste de dos células tenaces: un óvulo que tuvo fuerzas para anidarse sin perderse como cientos más, y un espermatozoide que le gano la carrera a otros 700 mil.
Por eso no te puedes arrastrar sin alientos todo el tiempo; no, debes tener la constancia del mar que envía su oleaje a la playa.
Las olas desaparecen como las penas pero tú permaneces.
Animo, siente a Dios dentro de ti, levanta la mirada y vuelve a
creer.
Los que insisten terminan por triunfar.
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